Señor,
no te doy gracias por el pan.
Sé que en algún lugar tienes siempre
un mendrugo guardado para mí.
Te agradezco, Señor, por el hambre.
Esta bendita hambre
que me impulsa a buscarlo
y a apreciarlo tanto.
No permitas jamás que me sacie.
Y disfrutaré de cualquier humilde alimento
por muy poco que sea.
Gracias, señor, por el hambre. |
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El que calla ante la injusticia y la tiranía, no hace otra cosa que esconder, detrás del silencio, su cobardía.