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miércoles, febrero 27, 2013
lunes, febrero 25, 2013
GUERRA - Miguel Hernandez
GUERRA
Todas las madres del mundo,
ocultan el vientre, tiemblan,
y quisieran retirarse,
a virginidades ciegas,
el origen solitario
y el pasado sin herencia.
Pálida, sobrecogida
la fecundidad se queda.
El mar tiene sed y tiene
sed de ser agua la tierra.
Alarga la llama el odio
y el amor cierra las puertas.
Voces como lanzas vibran,
voces como bayonetas.
Bocas como puños vienen,
puños como cascos llegan.
Pechos como muros roncos,
piernas como patas recias.
El corazón se revuelve,
se atorbellina, revienta.
Arroja contra los ojos
súbitas espumas negras.
La sangre enarbola el cuerpo,
precipita la cabeza
y busca un hueco, una herida
por donde lanzarse afuera.
La sangre recorre el mundo
enjaulada, insatisfecha.
Las flores se desvanecen
devoradas por la hierba.
Ansias de matar invaden
el fondo de la azucena.
Acoplarse con metales
todos los cuerpos anhelan:
desposarse, poseerse
de una terrible manera.
Desaparecer: el ansia
general, creciente, reina.
Un fantasma de estandartes,
una bandera quimérica,
un mito de patrias: una
grave ficción de fronteras.
Músicas exasperadas,
duras como botas, huellan
la faz de las esperanzas
y de las entrañas tiernas.
Crepita el alma, la ira.
El llanto relampaguea.
¿Para qué quiero la luz
si tropiezo con tinieblas?
Pasiones como clarines,
coplas, trompas que aconsejan
devorarse ser a ser,
destruirse, piedra a piedra.
Relinchos. Retumbos. Truenos.
Salivazos. Besos. Ruedas.
Espuelas. Espadas locas
abren una herida inmensa.
Después, el silencio, mudo
de algodón, blanco de vendas,
cárdeno de cirugía,
mutilado de tristeza.
El silencio. Y el laurel
en un rincón de osamentas.
Y un tambor enamorado,
como un vientre tenso, suena
detrás del innumerable
muerto que jamás se aleja.
Miguel Hernández
jueves, febrero 21, 2013
La dictadura de la aritmética.
La dictadura de la aritmética.
Por Ondina León ©
Poetas, filósofos, artistas y escritores han tratado de definir de un plumazo la vida y nos han legado algunas metáforas inolvidables, como esta de “la vida es un sueño” o “un boceto inacabado”. Se les agradece la intención. Pero, a veces, siento que estas definiciones están incompletas o que se podrían barajar otras tantas, igualmente válidas. Desde otra perspectiva más prosaica, tal vez la vida sea sólo números y estos, en sus consabidas operaciones básicas, se suman, se restan, se multiplican o dividen, y establecen su férrea dictadura.
¿No han escuchado (o quizás oído) hasta la sucia saciedad aquello de que “los números mandan”? Incluso en las realidades supuestamente menos hostiles, como en las democracias desarrolladas, cuando llega la temporada de elecciones políticas, se desata una fiebre de números, estadísticas, cifras y por cientos a la caza de los votos, que luego se suman mecánicamente y determinan quién o quiénes son los ganadores, que se convertirán en “humildes servidores” del pueblo, que pagará sus astronómicos salarios y beneficios. Se dicta sentencia de “limpieza” y se sienta en el trono al que la mayoría “eligió”, aunque esa mayoría esté equivocada y se haya dejado comprar por la maquinaria de publicidad y los expertos en imagen, que diseñan y lanzan al ruedo al candidato mesiánico, que “resolverá”, en un plazo de cuatro o cinco años, todos los males de la nación. Claro, “Una cosa es predicar y otra, repartir trigo”, como dice el viejo refrán español que repetía mi abuela cuestionando a los políticos, y luego vienen los desencantos y el rechazo al ganador, que siempre contará con la coartada de que “no lo dejan gobernar”, como Dios manda, o de que la realidad es muy compleja y tiene sus propias leyes, que no se pueden violar sin pagar un precio muy alto (otro número).
Sí, creo que al final de la jornada sólo somos un número desde que nacemos hasta que nos morimos. Pura estadística. Número del carné de identidad. Número del pasaporte. Número fiscal. Número. Cifra anónima para demógrafos asalariados de gobiernos sin alma. Se nos etiqueta por edades, número implacable que nos recuerda constantemente nuestra condición de mortales. Se nos acuña una categoría social por el dinero que ganamos o que obligatoriamente tenemos que tener en los bancos, esos depredadores implacables, y se nos destierra a vivir en barrios de clase baja, media o alta, según estas cifras, algunas muy mal habidas, pero igual determinantes, castrantes, y hasta erráticas.
A la vez, se nos crea la ilusión de que nosotros, míseros números, determinamos el destino de otros cuando somos sumados y contabilizados para determinar supuestos éxitos, que nada tienen que ver con el valor y el precio: en la taquilla de un cine; en los ratings de televisión, templos de culto a la violencia; en las encuestas de popularidad de un político o de un rapero, da lo mismo; en los estudios “científicos”, que determinan que el chocolate es veneno, y luego rectifican y afirman que es una panacea saludable y que hasta compite con el placer sexual; en el consumo masivo de un detergente de última generación… ¡Números! ¿Recuerdan el “chiste” que define a la ciencia de la estadística? “Es el arte de lograr que si mi vecino se comió un pollo entero y yo, ninguno, en promedio nos hemos comido medio pollo entre los dos y no hay hambre en la nación”. ¿Pura ficción científica?
Hay accidentes, más históricos que geográficos, como una isla posesa llamada Cuba, en que la dictadura de la aritmética alcanza categoría de pesadilla perpetua. Para empezar, ese país tiene el récord de 54 años de una tiranía mafiosa, que es reverenciada y mimada por docenas de “democracias” de todo el mundo y hasta admirada por Hollywood y sus estrellas. La casta gobernante ha encarcelado, torturado y asesinado a sus “ovejas descarriadas”, pero esas estadísticas no cuentan y sus grises funcionarios se sientan en ilustres comisiones de derechos humanos de instituciones dizque respetables. Con sus bondades, el régimen castrista ha logrado que más del quince por ciento de la población total haya abandonado el país y viva desperdigado por los cuatro puntos cardinales. Pero parece ser que esta tragedia es considerada un éxito de mercadeo histórico, por parte de mentes maquiavélicas, porque esos “enemigos” sostienen financiera y económicamente a la cúpula de la gerontocracia, que se apropió de todo en la nación, sin que casi nadie chistara, otro por ciento gris.
Las cifras, positivas o negativas, por supuesto, son un derroche de acrobacias porque la maquinaria del gobierno castrista ha monopolizado los medios de información, además de las instituciones que pudieran pintar un cuadro objetivo con los números reales. ¿Qué por ciento de la población quiere huir de ese campo de concentración caribeño? ¡Otro número escurridizo! Pero me atrevo a decir que alto, muy alto. ¿Cuántos son auténticos disidentes que sí están interesados en cambiar la realidad? ¡Cifra misteriosa! Pero pocos, muy pocos. ¿Cuándo terminará la tenebrosa noche que se ha enquistado en este paraíso tropical? El que se atreva a asumir el papel de pitonisa, que sea detenido por demente, porque esa esquizofrenia colectiva cubana sí que no cree en números ni estadísticas ni en años de añejamiento rancio: es la propia dictadura de la aritmética hecha realidad infinita, según siento.
Quisiera ser optimista en algún sentido, pero para ello me tendría que violentar y violar demasiado a mí misma y, a mis años, no vale la pena el esfuerzo: ¿quién le haría caso a una anciana que, de pronto, comienza a decir que no, que los números no mandan, que lo que importa es el alma de las cosas y los pueblos? Llego a la conclusión, una vez más, de que nunca me han gustado los números, porque son más traicioneros que las palabras; porque crean mundos menos habitables que los verbos y porque, bien vistos, son los dictadores de la vida, aun en ciertas circunstancias en los que nos sentimos menos esclavos. Números: desalmados números…
sábado, febrero 16, 2013
"La poesía negocia con el dolor"
"La poesía negocia con el dolor"
"La poesía es tan exigente que no es sólo un genero literario, sino una vocación "
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El escritor bautiza "La inquietud: poesía reunida" (Gustavo Bandres)
DANIEL FERMÍN , ALBERTO BARRERA TYSZKA , ESCRITOR | EL UNIVERSAL
viernes 15 de febrero de 2013
Los poemas son imágenes que permanecen en el tiempo. Al revisarlos luego de algunos años devuelven un reflejo de un autor que ya no es el mismo. Alberto Barrera Tyszka (Caracas, 1960) reunió toda su poesía en un libro que también tiene textos hasta ahora inéditos. Una vieja-nueva obra que muestra los distintos escritores que fue, y es, el ganador del Premio Herralde en 2006.
El verso que abre La inquietud: poesía reunida (1985-2012), que se presentará hoy (a las 7:00 pm) en la Librería Lugar Común de Altamira Sur, dice que "no hay nada más fácil que escribir malos poemas". Al escritor le dio temor enfrentarse a páginas ya remotas. Solo la insistencia de la editorial lo motivó a reimprimirlos. "A veces siento que las librerías están llenas de mala poesía. Ese miedo siempre está (...). Uno tiene más distancia con lo que ha escrito hace años. Hay algo que es también como una especie de memoria, de lo que he cambiado en mi vida y en la escritura de poesía", indicó el autor del poemarioAmor que por demás (1985).
Barrera Tyszka no se avergüenza de aquellos versos de juventud algo experimentales. Hoy, en sus poemas, hay más reflexión sobre la escritura. Cree que es un curso natural en esa búsqueda de una voz. "Los leo y no me reconozco. He cambiado mi forma de escribir, pero también soy yo. No me arrepiento porque fueron escritos con honestidad en su momento, pero ahora tienen muy poco que ver conmigo", agregó el también libretista de novelas para televisión.
Al autor de Rating, las telenovelas le dan para vivir; la narrativa, prestigio internacional; los artículos periodísticos, presencia en los medios. La poesía solo la hace por gusto. "Yo no sé si en esos términos la poesía sirva para algo. La escribo porque es una forma de expresión que cultivo a veces. De todas las artes, creo que la poesía es la única que no tiene un sentido de utilidad".
Ni siquiera los poemas políticos ("Vivo en un país/donde los presos se cosen la boca/para que alguien los escuche", p.23) tienen una obligación. "La poesía no debe ser nada. Sólo expresa lo que a uno lo mueve. Es una forma de negociar con el dolor. No se escribe pensando que es un instrumento para tumbar un Gobierno (...) Hay algo más confesional en la poesía que en el resto de los otros géneros", agregó el egresado en Letras por la Universidad Central de Venezuela.
El libro debe su título a uno de los poemas recientes ("Un verso es una inquietud buscando su forma/Pasamos años intentándolo", p.27). Barrera Tyszka no sabe qué le dice que un poema ya está listo. "Yo tardo mucho con la poesía. Creo que uno podría quedarse trabajando el mismo poema toda la vida. En algún momento, los editores terminan los libros por uno, te los quitan".
La poesía de Barrera Tyszka nace de ese no saber que la autora polaca Wislawa Szymborska mencionó en su discurso de recepción del Nobel (y que el venezolano cita en el prólogo). "Yo tengo mucha disciplina en la escritura, pero con la poesía sí tengo una relación donde el misterio juega más. No me gusta decir musa o inspiración porque son palabras que están devaluadas. Pero sí hay unos raptos, esa caja negra que está dentro del escritor moviéndose (...). Vivo así la poesía, como una cosa donde me siento más inseguro", dijo el autor deLa enfermedad. Solo la publicación de esos versos libera al escritor de esa inquietud que lo aqueja.
dfermin@eluniversal.com
El verso que abre La inquietud: poesía reunida (1985-2012), que se presentará hoy (a las 7:00 pm) en la Librería Lugar Común de Altamira Sur, dice que "no hay nada más fácil que escribir malos poemas". Al escritor le dio temor enfrentarse a páginas ya remotas. Solo la insistencia de la editorial lo motivó a reimprimirlos. "A veces siento que las librerías están llenas de mala poesía. Ese miedo siempre está (...). Uno tiene más distancia con lo que ha escrito hace años. Hay algo que es también como una especie de memoria, de lo que he cambiado en mi vida y en la escritura de poesía", indicó el autor del poemarioAmor que por demás (1985).
Barrera Tyszka no se avergüenza de aquellos versos de juventud algo experimentales. Hoy, en sus poemas, hay más reflexión sobre la escritura. Cree que es un curso natural en esa búsqueda de una voz. "Los leo y no me reconozco. He cambiado mi forma de escribir, pero también soy yo. No me arrepiento porque fueron escritos con honestidad en su momento, pero ahora tienen muy poco que ver conmigo", agregó el también libretista de novelas para televisión.
Al autor de Rating, las telenovelas le dan para vivir; la narrativa, prestigio internacional; los artículos periodísticos, presencia en los medios. La poesía solo la hace por gusto. "Yo no sé si en esos términos la poesía sirva para algo. La escribo porque es una forma de expresión que cultivo a veces. De todas las artes, creo que la poesía es la única que no tiene un sentido de utilidad".
Ni siquiera los poemas políticos ("Vivo en un país/donde los presos se cosen la boca/para que alguien los escuche", p.23) tienen una obligación. "La poesía no debe ser nada. Sólo expresa lo que a uno lo mueve. Es una forma de negociar con el dolor. No se escribe pensando que es un instrumento para tumbar un Gobierno (...) Hay algo más confesional en la poesía que en el resto de los otros géneros", agregó el egresado en Letras por la Universidad Central de Venezuela.
El libro debe su título a uno de los poemas recientes ("Un verso es una inquietud buscando su forma/Pasamos años intentándolo", p.27). Barrera Tyszka no sabe qué le dice que un poema ya está listo. "Yo tardo mucho con la poesía. Creo que uno podría quedarse trabajando el mismo poema toda la vida. En algún momento, los editores terminan los libros por uno, te los quitan".
La poesía de Barrera Tyszka nace de ese no saber que la autora polaca Wislawa Szymborska mencionó en su discurso de recepción del Nobel (y que el venezolano cita en el prólogo). "Yo tengo mucha disciplina en la escritura, pero con la poesía sí tengo una relación donde el misterio juega más. No me gusta decir musa o inspiración porque son palabras que están devaluadas. Pero sí hay unos raptos, esa caja negra que está dentro del escritor moviéndose (...). Vivo así la poesía, como una cosa donde me siento más inseguro", dijo el autor deLa enfermedad. Solo la publicación de esos versos libera al escritor de esa inquietud que lo aqueja.
dfermin@eluniversal.com
"La poesía negocia con el dolor" - Arte y Entretenimiento - EL UNIVERSAL
miércoles, febrero 13, 2013
REÍR LLORANDO
Viendo a Garrick -actor de la Inglaterra-
el pueblo al aplaudirlo le decía:
“Eres el más gracioso de la tierra,
y más feliz…” y el cómico reía.
Víctimas del spleen , los altos lores (Acerca del "spleen")*
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,
y cambiaban su spleen en carcajadas.
Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.
Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.
-Viajad y os distraeréis. -¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad. -¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer. -¡Si soy amado!
-Un título adquirid. -¡Noble he nacido!
-Las lecturas buscad. -¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer. -¡Si soy amado!
-Un título adquirid. -¡Noble he nacido!
-¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis? -¡Tantas escucho!
-¿Qué tenéis de familia? -Mis tristezas.
-¿Vais a los cementerios? -Mucho… mucho.
-¿De lisonjas gustáis? -¡Tantas escucho!
-¿Qué tenéis de familia? -Mis tristezas.
-¿Vais a los cementerios? -Mucho… mucho.
-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos, mis verdugos.
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos, mis verdugos.
Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal, y no debe acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo
“Sólo viendo a Garrick podréis curaros”.
-¿A Garrik? -Sí, a Garrick… La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡Tiene una gracia artística asombrosa!
-¿Y a mí me hará reír? -¡Ah! sí, os lo juro;
Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo-, no me curo:
¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.
vuestro mal, y no debe acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo
“Sólo viendo a Garrick podréis curaros”.
-¿A Garrik? -Sí, a Garrick… La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡Tiene una gracia artística asombrosa!
-¿Y a mí me hará reír? -¡Ah! sí, os lo juro;
Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo-, no me curo:
¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.
¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!
¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro ríe!
Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.
El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto,
y también a llorar con carcajadas.
martes, febrero 12, 2013
El Spleen de París (Pequeños Poemas en Prosa) Charles Baudelaire
AUTOR: Charles Baudelaire
TÍTULO: El Spleen de París (Pequeños Poemas en Prosa)EDITORIAL: Susaeta, S.A. (Primera edición)
AÑO: 1994PÁGINAS: 190
RANK: 9/10
TÍTULO: El Spleen de París (Pequeños Poemas en Prosa)EDITORIAL: Susaeta, S.A. (Primera edición)
AÑO: 1994PÁGINAS: 190
RANK: 9/10
En 1857 se publicó en Francia la primera versión de Les Fleurs du Mal, el clásico poemario de Charles Baudelaire (1821-1867), dentro del cual se incluyeron dos partes –Spleen et Idéal y Tableaux Parisiens- que pueden considerarse, por su carácter y temática, como un antecedente para este Spleen de Paris de 1862. En efecto, ya es posible rastrear en aquellos poemas la inquietud que servirá de base para la escritura de los que hacen parte de la antología que ahora presentamos: ese tedio vital, entendido como la experiencia que le permite al hombre reconocer su temporalidad y trascendencia.Por Alejandro Jiménez
Hay una manera peculiar y muy compleja por medio de la cual el poeta se acerca a la noción de spleen, esto es, la angustia que se origina al extinguirse la novedad de lo real, el hastío producto de la rutina cotidiana, o la sensación de “incomunicación con el entorno”. Lo que hace Baudelaire –tal como nos lo declara él mismo en el epílogo del libro- es subir hasta el lugar desde el cual puede contemplarse en su amplitud la ciudad, lecho de toda languidez existencial, y enterarse de la manera en que en la calle, el burdel, o las casonas, se produce el encuentro del hombre con su vida.
Unas veces pesimista y, otras, adorador de la potencia que pervive incluso en las cosas más manidas, El Spleen de París es un libro que constantemente interpela a su lector, buscando en él un tono conciliatorio con la realidad. Así, la individualidad creativa de Baudelaire –que por igual se consterna e ilusiona-, se reproduce en la intimidad de quien lo lee, puesto que cada línea escrita desemboca en un análisis de los argumentos bajo los cuales defendemos nuestra interpretación del mundo. Sin importar que estemos a siglo y medio de distancia, el loco, el mendigo, la anciana o el artista que protagonizan estos poemas siguen siendo nuestros interlocutores.
Son en total cincuenta y uno poemas, todos –a excepción del último- escritos en prosa, muchos de ellos cercanos al relato, que van tejiendo la figura de un París universal, a cuya sombra viven unos ciudadanos grises y repetidos, cansados de sus trabajos y problemas, pero con muy poco tiempo para pensar en alguna alternativa. Hasta detrás de los cortinajes más finos, de los rostros que revelan una superior credulidad, el poeta encuentra la fisura, el vacío que rompe con esa imagen de ciudad perfecta que, muy por el contrario de lo que parece, se desmorona lentamente en la mismidad de sus habitantes.
Pero, además, El Spleen de París es una experiencia estética: un muestrario de la conducta humana en donde se ha seleccionado con sutileza cada palabra; en donde la metáfora y la ironía no son simples figuras literarias, sino dispositivos que permiten la inserción en ese espacio complejo que es el tedio y; obviamente, en donde el rechazo a una ciudad pesada se transmuta paulatinamente en una curiosa atracción. Visto de cerca, se trata de un corpus valiosísimo porque ninguno de sus componentes –argumento y palabra- va en desmedro del otro, sino que se fusionan en la fuerza herética que es la poesía de Charles Baudelaire.
A continuación, quisiera examinar un par de elementos que son relevantes en el poemario, reiterando que, no sólo por fecha, sino por su naturaleza, el concepto de spleen que se encuentra aquí es muy cercano al de Las Flores del Mal.
Concepto y origen del spleen
El spleen puede significar muchísimas cosas: tedio, angustia, cansancio, o temor. Sin embargo, en rigor puede definirse como la sensación que acompaña la vivencia individual de lo exterior, la mayoría de veces, por su cariz, inconclusa y poco inquietante. El transeúnte que decide dar una vuelta por su ciudad, experimenta el spleen cuando llega el momento en el que aquello con lo que se cruza ya no tiene para él un efecto distinto del aburrimiento; atrapado en medio de un sin fin de cosas rutinarias y sin sentido, se abatirá interiormente hasta ser él mismo parte de su hastío.
Ahora bien, he aquí que el spleen no es una condición que tenga consecuencias uniformes sobre los hombres: para algunos será el fastidio, pero, a la inversa, para otros implicará el descubrimiento de caminos para el goce o la ociosidad. Una dosis de aburrimiento es necesaria en la vida, por ejemplo, para que los individuos resignifiquemos las cosas cotidianas, las utilicemos de otra forma, y exploremos en ellas aspectos divergentes. Como lo expresa Reinaldo Spitaletta en uno de los ensayos que complementan esta edición:
“El spleen, de cierto modo, es un mecanismo de defensa. Mediante él puede uno exteriorizar disgustos y desacuerdos y, aunque parezca imposible, realizar apologías. Es normal e imprescindible que haya algo de tedio en el amor, en las relaciones sentimentales. Así se obliga cada uno a buscar alternativas, otras posibilidades, lenguajes distintos. Cuando se entra en estado de aburrimiento es porque se torna imperioso el hallazgo (la construcción) de otros caminos. Elspleen nos llama al sacudimiento, nos induce a pensar en distintas maneras de salir de él” (Págs. 10-11 de los Ensayos)
Estas dos dimensiones del spleen, que dependen sustancialmente del carácter de quien lo vive, no son excluyentes, aunque por lo general no sean palpables en un mismo hombre. Baudelaire hace notar cómo se requiere de una personalidad particular para trascender el spleen como aburrimiento, y usarlo a guisa de potencia creativa. Quizá sólo los poetas y filósofos –piensa el autor-, dada su inclinación a cuestionar todos los asuntos, a observar y vivir a profundidad, podrían hallar un gozo en el hastío, transformándolo.
Y es que este proceso, según puede inferirse del libro, necesita, primero, una visión que desenmascare la aparente tranquilidad de los rostros, liberando la miseria, el abandono, o la frustración, enemigos por naturaleza de cualquier goce y, segundo, una capacidad de convertir el pesimismo en novedad de tipo positivo.
Hacia una realidad sin máscaras
Baudelaire camina en medio de un barullo de personas que, bajo un sol sofocante, festejan en el parque. Atento como siempre a lo que pueda desprenderse de un espectáculo como éste, descubre, más allá, retorciéndose, a “un ser afligido”. Entonces y, de inmediato, la perfección del día se viene al suelo, se derrumba lateralmente hasta dejar solo, a los pies de una estatua, al loco apesadumbrado que el autor contempla. Hoy ha sido este desdichado, pero ayer se trató de la vieja que provoca miedo en los niños y, mañana será un saltimbanqui olvidado en alguna feria de las risas. Siempre habrá alguien que, detallado bien, revele la fisura de una imagen objetiva.
Un número importante de los poemas de El Spleen de París están escritos en este sentido: mostrar la realidad sin máscaras. En La Desesperación de la Vieja,El Loco y la Venus, El Viejo Saltimbanqui, El Pastel o Los Ojos de los Pobres, Baudelaire insiste en la idea de que hay una especie de manta que cubre muchas formas, dándonos una imagen a medias, tergiversada de lo exterior. Atareados con nuestro trabajo, demasiado ensimismados o, más precisamente, demasiado aburridos de ver lo mismo cada día, nos encontramos imposibilitados para extender una mirada más profunda hacia esos pequeños elementos que destruirían la monotonía.
En pleno estado de fulgor e, inclusive, en condiciones menos halagüeñas, aparece un personaje derrotado que cuestiona directamente la situación mirada y, sobretodo, la naturalidad con la que se mira. Se queja el hombre –parece decirnos Baudelaire- de no encontrar nada digno de ser visto, cuando ante sí tiene todo un prontuario de imágenes fatales. Sucede de esta forma enEl Viejo Saltimbanqui:
“Al final, en último extremo de la fila de barracas, como si, vergonzoso, se hubiese exiliado de todos aquellos esplendores, vi a un pobre saltimbanqui encorvado, caduco, decrépito, una ruina de hombre, apoyado a un poste de su vivienda; una vivienda más miserable que la del salvaje más embrujado, y en la que dos cabos de vela, llorosos y humeantes, iluminaban demasiado bien su desamparo (…) Por todas partes, la alegría, el lucro, el desenfreno; por todas partes la certidumbre del pan para el mañana; por todas partes la explosión frenética de la vitalidad. Aquí, la miseria absoluta, la miseria vestida para colmo de horror, con harapos cómicos, cuyo contraste se debía más a la necesidad que al arte. ¡Aquel miserable no se reía! No lloraba, no bailaba, no gesticulaba, no gritaba, no cantaba ninguna canción, ni alegre, ni triste, no imploraba. Estaba mudo e inmóvil. Había renunciado, había abdicado. Su destino estaba cumplido” (Pág. 46)
En cada poema Baudelaire encuentra alguien que escapa, para él, de su paisaje de aburrimiento: un pobre que lo mira desde afuera por la ventana de un restaurante, un par de mendigos que se pelean por un trozo de pan hasta desmigajarlo, un gracioso que ríe mientras desea feliz año a un buey, o un incomprendido que habla sin éxito a sus compañeros. Estos seres, que para cualquier otro hombre no serían algo más que sujetos rutinarios, se convierten para el autor en figuras imprescindibles, cotidianas sí, pero reveladoras bajo la mirada del experto que sabe ver en ellas un mensaje oculto.
En ocasiones no se trata de personajes concretos, sino de escenas o espacios que se asumen como totalidad. Una ventana cerrada, por ejemplo, deja de ser parte de una escenografía habitual, para transformarse en pregunta, ¿qué habitará detrás de sus postigos?: “no hay nada más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso, más deslumbrador que una ventana iluminada por una vela”, afirma Baudelaire. Podrá también ser una habitación llena de perfumes, no vista como simple lugar para el reposo, sino como un confiteor del que el artista puede tomar los más variados ensueños.
En todo caso, lo que está detrás de las palabras de Baudelaire es un principio funcional: el spleen es una realidad ineludible, esto es, fáctica en el mundo de la experiencia humana y, sin embargo, comporta la posibilidad de su trascendencia, puesto que aunque el hombre pueda actuar frente a ella con indiferencia, también lo puede hacer apelando al poder creativo, descifrando lo nuevo o lo que se oculta en el aburrimiento.
Sólo parece encontrarse un gran inconveniente y es el papel que juega el tiempo en la configuración de ese spleen positivo. En El Reloj, A la Una de la Madrugada, o Los Dones de las Hadas, el tiempo se manifiesta como una “terrible ley”, como la verdadera “tiranía de la raza humana”. Acostumbrados al esquema tradicional del tiempo –pasado/presente/futuro-, la vida de un hombre atrapado en su cotidianeidad no logra derrocar la barrera que en apariencia divide estos segmentos y develar su valor profundo en tanto unidad.
Podría interpretarse la posición de Baudelaire al respecto partiendo de la siguiente máxima: vivimos en medio de la eternidad, pero lo único que realmente nos pertenece es el instante. A bocas llenas podríamos alimentar ese instante, transformando el tedio en gozo; pero, no así, la eternidad, aun cuando tuviésemos el empeño más arduo. Destruir los relojes que nos unen a un pasado ya muerto, o que nos predisponen a un futuro que no existe, y concretarnos en el instante del que debemos abatir todo hastío.
La consecución de un spleen positivo
Se dijo antes que el spleen tiene un doble cariz: uno negativo que llevaría necesariamente al pesimismo, a la nostalgia de la vida, que se hace repetitiva e insuperable; pero también, otro positivo, que permite asumir el aburrimiento o la pesadez, como los puntos de partida para la creación, el deseo y el placer. Que una persona experimente “uno u otro” spleen parece depender, según se lee en Baudelaire, de una cierta personalidad que influya en sus acciones: si usted es un ciudadano del común, vetado por inclinación propia a la vivencia extraordinaria, sólo hallará en el spleen un estado lamentable. Si, por el contrario, tiene algo de rebelde, de iniciador, entonces podrá trascenderse a sí mismo al tiempo que revitaliza su spleen.
Debe aclararse, sin embargo, que cuando Baudelaire habla de la trascendencia del spleen, se refiere a una posibilidad momentánea, a una especie de catarsis que, desconectando al hombre de su rutina, le deja ver una nueva faceta de las cosas. No se trata, de ninguna manera, de eliminar el spleen, sino, de usarlo como un instrumento que lo sublima por un instante, cuando logra ver en lo yavisto, algo diferente. De tal suerte, cada tanto ocurre un choque con la realidad que le recuerda su estado habitual de hastío, y lo obliga a reanudar su proceso de positivación. Así pasa en La Habitación Doble, cuando después de un estado catártico en que el personaje ha visto sílfides e ídolos, las cosas reaparecen en su cuarto con su aspecto normal:
“¡Horror! ¡Ya recuerdo! ¡Ya recuerdo! Este cuchitril, esta morada del eterno hastío es la mía. ¡Aquí están los muebles necios, polvorientos, desmochados; la chimenea sin llama y sin ascua, sucia de escupitajos; las tristes ventanas donde la lluvia ha trazado surcos en el polvo; los manuscritos, tachados o incompletos; el almanaque donde el lápiz ha marcado las fechas siniestras! (…) Y este perfume de otro mundo del que me embriagaba con una sensibilidad perfeccionada, ¡ay!, está reemplazado por un fétido olor a tabaco mezclado con yo no sé qué nauseabundo moho. Aquí se respira ahora lo rancio de la desolación” (Pág. 20)
Un cierto estado espiritual logra transformar lo cotidiano, sublimándolo, transmutando sus condiciones materiales, volviéndolas más bellas, profundas o sutiles; y aunque la premura del instante revierta la materialidad, y todo vuelva a su realidad objetiva, ese segundo en que se vive “lo infinito del goce”, bien vale la pena por todo lo que logra revelarnos.
Así, pues, el problema de un spleen positivo no radica en su fugacidad, sino, ante todo, en la exigencia de un carácter especial de la persona. Baudelaire dirá, en El Mal Vidriero, que “esa especie de energía que nace del hastío y del ensueño” sólo puede ser vivida por “los más indolentes y los más soñadores de los seres”, es decir, por quienes miran sin pudor los colores y las formas. Más poéticamente, afirmará en Las Muchedumbres: “el único que puede darse un atracón de vitalidad a costa del género humano es aquel a quien un hada insufló en su cuna el gusto del disfraz y de la máscara, el odio del domicilio y la pasión del viaje”.
De lo anterior se deduce que aquel que no tiene dos dedos de frente, que está condenado a juzgar la primera apariencia, no podrá nunca explorar las posibilidades que devienen del aburrimiento, será incapaz de convertir el hastío en placer, o el cansancio en un goce. Más aún, encontrará siempre en su vida los rastros de una existencia miserable, repetitiva y apesadumbrada, cuyas sorpresas no serán nunca producto de su acción.
Hay, finalmente, otra exigencia para la consecución de un spleen positivo, y es la vivencia individual. En La Soledad, La Invitación al Viaje o El Perro y el Frasco, Baudelaire nos muestra la manera como la soledad es el espacio adecuado para experimentar la trasmutación del spleen. Quien no ha tenido la oportunidad de encontrarse a sí mismo, al interior del silencio de un cuarto, no puede semantizar su mundo, básicamente porque desconoce las herramientas con las que puede hacerlo: “quien no sabe poblar su soledad no sabe tampoco estar solo en medio de una muchedumbre atareada”.
Y esos seres solitarios y privilegiados, los poetas y filósofos, se convertirán para Baudelaire en los principales abanderados de las glorias que se obtienen en esa aventura que presupone rehabitar el tedio. El autor hace ver, por un lado, que aquellos hombres, por su psiquis y lenguaje, están alejados de los otros seres de la naturaleza y, por otro, que son amantes de los paisajes más desoladores, más críticos, pero al mismo tiempo, más fértiles a la hora de buscar virtualidades:
“Al poeta y al filósofo les gusta dirigir sus ávidas conjeturas hacia estos lugares sobre todo. Allí hay pasto seguro. Porque si hay un lugar que desdeñen visitar, como he insinuado hace un momento, es principalmente la alegría de los ricos. Esta turbulencia en el vacío no tiene nada que les atraiga. Al contrario, se sienten arrastrados irresistiblemente hacia todo lo que es débil, ruinosos, contristado, huérfano” (Pág. 39)
Visto de esta forma, vivir el tedio, el spleen, es también una forma de ayudarse a existir: de no utilizar el aburrimiento como una vía de escape nos abocaríamos sin remedio hacia la rutina infranqueable. Por tal razón, en Las Ventanas, Baudelaire declara abiertamente: “¿Qué importa lo que pueda ser la realidad colocada fuera de mí, si me ayudo a vivir, a sentir quién soy y lo que soy”. Ese es el papel del tedio en la vida humana: construir, o más exactamente, permitirle al hombre construir un espacio en donde él puede seralgo distinto de lo que le han obligado, y esto porque, aunque parezca contradictorio, en el spleen hay una lucha directa entre lo que es y lo que podría ser.___________________
La invitación que hace El Spleen de París es a matar el monstruo del hastío propio, y el de todos aquellos que pululan en la calle –“¿no es, acaso, la ocupación más vulgar y legítima de cada uno?”-, sabiendo de antemano que por más miserable y abyecta que sea nuestra ciudad, sólo ella nos ofrece los placeres más sublimes, aquellos “que no comprenderán nunca las gentes más profanas”.
Renuncia De Ratzinger: Dos Puntos de Vista.
El rayo de Dios
A las pocas horas de la renuncia de Benedicto XVI un rayo cayó sobre San Pedro. Dios opina muy pocas veces.

Efe
Si Ratzinger lo deja porque ya no tiene fuerzas, ¿nos podemos divorciar cuando estemos cansados de hacer los sacrificios que el matrimonio comporta? ¿Por qué es distinto su compromiso con la Iglesia del mío con mi esposa? ¿En qué se diferencia su promesa de la mía? Cuando lleguen las cuestas ¿podré abandonar? Cuando llegue el dolor ¿no tendré que intentar sobreponerme a él y cumplir con mi promesa y con mi deber? Tu es Petrus y sobre esta piedra construiré mi Iglesia. El rayo sobre San Pedro no fue un fenómeno sino un manifiesto.
Si Ratzinger renuncia, ¿no podemos renunciar todos los demás? ¿O es que intentar hacer el bien no resulta, a veces, agotador? ¿O es que tratar de vivir según las enseñanzas de Jesús no nos hiere, no nos asusta, no nos deja en algunas ocasiones paralizados de cuerpo y alma?
Si Ratzinger llega sólo hasta un límite, ¿cuál es nuestro límite? ¿A partir de qué momento podemos sentirnos liberados de nuestro deber y optar por retirarnos? ¿Qué límite señala Dios en la Biblia? ¿Qué límite puso a la hora de entregarnos a su hijo para que nos salvara? ¿Con qué limita el dolor de la Cruz? ¿Con qué limita su misterio? ¿Con qué limita el sufrimiento del mundo? Dios lanzó ayer su ira sobre San Pedro, con su rayo como un azote contra la renuncia de su hijo más dilecto.
Si un Santo Padre pierde la fuerza de espíritu y abandona su misión ¿qué puede pedirnos la Iglesia a los mortales, a los que no hemos sido distinguidos con ninguna Gracia ni hemos destinado nuestra vida al propósito concreto de curas, obispos y cardenales?
La renuncia del Santo Padre sólo estaría justificada si sufriera algún tipo de enfermedad mental degenerativa que le impidiera ser consciente de quién es y de lo que representa. No parece ser el caso.
Pero ¿el cansancio? Un Papa no se cansa. Un Papa siempre puede encontrar fuerzas si sabe dónde buscarlas. ¿Se ha cansado Dios de nosotros? ¿Se cansó Jesús en el Calvario? Se cansan los miles de hombres santos de hacer el bien aunque sea al límite de sus fuerzas y a veces hasta de su fe y de su esperanza? Dios nunca se cansa. Nos lo confirma dándonos esperanza, y enojándose como un rayo.
Benedicto XVI ha sido un Papa extraordinario pero se ha ido de un modo vergonzoso. Nos ha abandonado. No ha estado a la altura de la exigencia de la grandeza de ser hombre, como de hecho suele suceder con casi todos los intelectuales. El cerebro no es suficiente para el hombre total, ni lo razonable.
Benedicto XVI no supo aprender de su predecesor. Se marcha a un convento de clausura lo más parecido a un geriátrico porque ya nada teme más que sus cuidados. La turba relativista le ha aplaudido el gesto, lo que certifica su error y su falta de altura. Comparar la renuncia del Papa con que el rey Juan Carlos no abdique es ridículo. Compararla con que la ministra Mato no dimita es demencial. ¿Dónde iremos a parar?
Los pactos con Dios no contemplan el cansancio. Las promesas no aceptan desmayos. La eternidad no tiene horarios. Ser Papa no es ser presidente de un gobierno ni ser la estrella de un grupo de rock. ¿Cuánta gente está cansada y continúa? ¿Cuántas personas se sienten al límite de sus fuerzas y se ponen en manos de la Providencia para alcanzar aquello a lo que sólo con el entendimiento y el cuerpo no llegan?
¿Qué tenemos que hacer a partir de ahora los que en algún momento nos sintamos débiles? ¿Qué espera la Iglesia de nosotros? ¿Podemos abandonar? ¿Podemos escaparnos por la salida de emergencia?
Si el Papa Ratzinger no sufre ningún tipo de enfermedad mental degenerativa que le impida tener conciencia de quién es y de lo que representa, su renuncia ha sido la peor noticia y el peor ejemplo para un mundo sediento de esperanza ahora que tanta gente lo está pasando tan mal. El rayo de Dios sobre San Pedro es un grito desesperado.
¿Cómo podrían renunciar las personas que peor lo pasan y circunstancias más duras tienen que soportar? Los que ya no pueden renunciar a nada, ¿pueden renunciar a su vida? ¿También la Iglesia lo encontrará coherente y prudente? ¿Qué dirán los relativistas del cadáver? ¿Qué dirá Lombardi?
Dios nunca nos enseñó a rendirnos, ni a abandonar, ni a regodearnos en nuestro cansancio. Dios no nos puso nunca un horario. El sufrimiento de su hijo fue lento y minucioso, y no le ahorró ninguna caída ni ninguna crueldad. Sólo así podía salvarnos. Nunca huyó: corrió hacia nosotros soportando el dolor y las burlas.
Como Juan Pablo II, con toda la humildad y con toda la grandeza, siendo para cada una de nuestras preguntas una respuesta: su funeral fue una expresión de Santidad y no cayó sobre San Pedro ningún rayo.
Ratzinger se va y nos deja huérfanos, sin respuestas y con todas las preguntas a carne abierta. Dios no nos enseñó a huir, ni a perder las fuerzas, sino a ganarlas, y a afirmarnos en ellas, y a ser portadores de la luz y de la esperanza, y a basar en este empeño cada uno de nuestros actos hasta que Él, y no nosotros, decida cuál es el final y nos acoja para siempre entre sus brazos.
(Ver original):
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/guantanamo/2013/02/12/el-rayo-de-dios.html
La verdadera causa de la renuncia del Papa.
Tengo 23 años y aún no entiendo muchas cosas. Y hay muchas cosas que no se pueden entender a las 8:00am cuando te hablan para decirte escuetamente: “Daniel, el papa dimitió.” Yo apresuradamente contesté: “¿Dimitió?”. La respuesta era más que obvia, “Osea renunció, ¡Daniel, el papa renunció!”
El Papa renunció. Así amanecerán sin fin de periódicos mañanas, así amaneció el día para la mayoría, así de rápido perdieron la fe unos cuantos y otros muchos la reforzaron. Y que renunciara, es de esas cosas, que no se entienden.
Yo soy católico. Uno de tantos. De esos que durante su infancia fue llevado a misa, luego creció y le agarró apatía. En algún punto me llevé de la calle todas mis creencias y a la Iglesia de paso, pero la Iglesia no está para ser llevada ni por mí, ni por nadie (ni por el Papa). En algún punto de mi vida, le volví a agarrar cariño a mi parte espiritual (muy de la mano con lo que conlleva enamorarse de la chavita que va a misa, y dos extraordinarios guías llamados padres), y así de banal, y así de sencillo, recontinué un camino en el que hoy digo: Yo soy católico. Uno de muchos, si, pero católico al fin. Pero así sea un doctor en teología, o un analfabeta de las escrituras (de esos que hay millones), lo que todo mundo sabe es que el Papa es el Papa. Odiado, amado, objeto de burlas y oraciones, el Papa es el Papa, y el Papa se muere siendo Papa.
Por eso hoy cuando amanecí con la noticia, yo, al igual que millones de seres humanos..nos preguntamos ¿porqué?. ¿Porqué renuncia señor Ratzinger?. ¿Le entró el miedo?. ¿Se lo comió la edad?. ¿Perdió la fe?. ¿La ganó?. Y hoy, después de 12 horas, creo que encontré la respuesta: El señor Ratzinger, ha renunciado toda su vida.
Así de sencillo.
El Papa renunció a una vida normal. Renunció a tener una esposa. Renunció a tener hijos. Renunció a ganar un sueldo. Renunció a la mediocridad. Renunció a las horas de sueño, por las horas de estudio. Renunció a ser un cura más, pero también renunció a ser un cura especial. Renunció a llenar su cabeza de Mozart, para llenarla de teología. Renunció a llorar en los brazos de sus padres. Renunció a teniendo 85 años, estar jubilado, disfrutando a sus nietos en la comodidad de su hogar y el calor de una fogata. Renunció a disfrutar su país. Renunció a tomarse días libres. Renunció a su vanidad. Renunció a defenderse contra los que lo atacaban. Vaya, me queda claro, que el Papa fue un tipo apegado a la renuncia.
Y hoy, me lo vuelve a demostrar. Un Papa que renuncia a su pontificado cuando sabe que la Iglesia no está en sus manos, sino en la de algo o alguien mayor, me parece un Papa sabio. Nadie es más grande que la Iglesia. Ni el Papa, ni sus sacerdotes, ni sus laicos, ni los casos de pederastia, ni los casos de misericordia. Nadie es más que ella. Pero ser Papa a estas alturas del mundo, es un acto de heroísmo (de esos que se hacen a diario en mi país y nadie nota). Recuerdo sin duda, las historias del primer Papa. Un tal..Pedro. ¿Cómo murió? Si, en una cruz, crucificado igual que a su maestro, pero de cabeza.
Hoy en día, Ratzinger se despide igual. Crucificado por los medios de comunicación, crucificado por la opinión pública y crucificado por sus mismos hermanos católicos. Crucificado a la sombra de alguien más carismático. Crucificado en la humildad, esa que duele tanto entender. Es un mártir contemporáneo, de esos a los que se les pueden inventar historias, a esos de los que se les puede calumniar, a esos de los que se les puede acusar, y no responde. Y cuando responde, lo único que hace es pedir perdón. ‘Pido perdón por mis defectos’. Ni más, ni menos. Que pantalones, que clase de ser humano. Podría yo ser mormón, ateo, homosexual y abortista, pero ver a un tipo, del que se dicen tantas cosas, del que se burla tanta gente, y que responda así..ese tipo de personas, ya no se ven en nuestro mundo.
Vivo en un mundo donde es chistoso burlarse del Papa, pero pecado mortal burlarse de un homosexual (y además ser tachado de paso como mocho, intolerante, fascista, derechista y nazi). Vivo en un mundo donde la hipocresía alimenta las almas de todos nosotros. Donde podemos juzgar a un tipo de 85 años que quiere lo mejor para la Institución que representa, pero le damos con todo porque “¿con qué derecho renuncia?”. Claro, porque en el mundo NADIE renuncia a nada. A nadie le da flojera ir a la escuela. A nadie le da flojera ir a trabajar. Vivo en un mundo donde todos los señores de 85 años están activos y trabajando (sin ganar dinero) y ayudan a las masas. Si, claro.
Pues ahora sé Señor Ratzinger, que vivo en un mundo que lo va a extrañar. En un mundo que no leyó sus libros, ni sus encíclicas, pero que en 50 años recordará cómo, con un simple gesto de humildad, un hombre fue Papa, y cuando vio que había algo mejor en el horizonte, decidió apartarse por amor a su Iglesia. Va a morir tranquilo señor Ratzinger. Sin homenajes pomposos, sin un cuerpo exhibido en San Pedro, sin miles llorándole aguardando a que la luz de su cuarto sea apagada. Va a morir, como vivió aún siendo Papa: humilde.
Benedicto XVI, muchas gracias por renunciar.
Benedicto XVI, muchas gracias por renunciar.
(Ver original):
https://oehd.wordpress.com/2013/02/12/siempre-renuncias-benedicto/
lunes, febrero 11, 2013
Mensaje íntegro de renuncia del Papa Benedicto XVI
El Santo Padre señala que «por la edad avanzada» ya no tiene «fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino»
«Queridísimos hermanos,
Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia.
Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.
Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.
Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos.
Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.
Vaticano, 10 de febrero 2013.»
Mensaje íntegro de renuncia del Papa Benedicto XVI - ABC.es
jueves, febrero 07, 2013
Poderoso caballero es Don Dinero (Letrilla satírica) de Francisco de Quevedo
Poderoso caballero es Don Dinero
(Letrilla satírica)
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
De continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
De continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Nace en las Indias honrado,
Donde el Mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Es galán, y es como un oro,
Tiene quebrado el color,
Persona de gran valor,
Tan Cristiano como Moro.
Pues que da y quita el decoro
Y quebranta cualquier fuero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al duque y al ganadero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Mas ¿a quién no maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo menos de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al bajo silla
Y al cobarde hace guerrero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Sus escudos de Armas nobles
Son siempre tan principales,
Que sin sus Escudos Reales
No hay Escudos de armas dobles.
Y pues a los mismos robles
Da codicia su minero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Por importar en los tratos
Y dar tan buenos consejos,
En las Casas de los viejos
Gatos le guardan de gatos.
Y pues él rompe recatos
Y ablanda al juez más severo,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Y es tanta su majestad
(Aunque son sus duelos hartos),
Que con haberle hecho cuartos,
No pierde su autoridad.
Pero pues da calidad
Al noble y al pordiosero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
(Aunque son sus duelos hartos),
Que con haberle hecho cuartos,
No pierde su autoridad.
Pero pues da calidad
Al noble y al pordiosero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Nunca vi Damas ingratas
A su gusto y afición,
Que a las caras de un doblón
Hacen sus caras baratas.
Y pues las hace bravatas
Desde una bolsa de cuero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra,
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Y pues al pobre le entierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
martes, febrero 05, 2013
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