martes, febrero 12, 2013

Renuncia De Ratzinger: Dos Puntos de Vista.


El rayo de Dios


A las pocas horas de la renuncia de Benedicto XVI un rayo cayó sobre San Pedro. Dios opina muy pocas veces.

Efe


Si Ratzinger lo deja porque ya no tiene fuerzas, ¿nos podemos divorciar cuando estemos cansados de hacer los sacrificios que el matrimonio comporta? ¿Por qué es distinto su compromiso con la Iglesia del mío con mi esposa? ¿En qué se diferencia su promesa de la mía? Cuando lleguen las cuestas ¿podré abandonar? Cuando llegue el dolor ¿no tendré que intentar sobreponerme a él y cumplir con mi promesa y con mi deber? Tu es Petrus y sobre esta piedra construiré mi Iglesia. El rayo sobre San Pedro no fue un fenómeno sino un manifiesto.

Si Ratzinger renuncia, ¿no podemos renunciar todos los demás? ¿O es que intentar hacer el bien no resulta, a veces, agotador? ¿O es que tratar de vivir según las enseñanzas de Jesús no nos hiere, no nos asusta, no nos deja en algunas ocasiones paralizados de cuerpo y alma?

Si Ratzinger llega sólo hasta un límite, ¿cuál es nuestro límite? ¿A partir de qué momento podemos sentirnos liberados de nuestro deber y optar por retirarnos? ¿Qué límite señala Dios en la Biblia? ¿Qué límite puso a la hora de entregarnos a su hijo para que nos salvara? ¿Con qué limita el dolor de la Cruz? ¿Con qué limita su misterio? ¿Con qué limita el sufrimiento del mundo? Dios lanzó ayer su ira sobre San Pedro, con su rayo como un azote contra la renuncia de su hijo más dilecto.

Si un Santo Padre pierde la fuerza de espíritu y abandona su misión ¿qué puede pedirnos la Iglesia a los mortales, a los que no hemos sido distinguidos con ninguna Gracia ni hemos destinado nuestra vida al propósito concreto de curas, obispos y cardenales?

La renuncia del Santo Padre sólo estaría justificada si sufriera algún tipo de enfermedad mental degenerativa que le impidiera ser consciente de quién es y de lo que representa. No parece ser el caso.

Pero ¿el cansancio? Un Papa no se cansa. Un Papa siempre puede encontrar fuerzas si sabe dónde buscarlas. ¿Se ha cansado Dios de nosotros? ¿Se cansó Jesús en el Calvario? Se cansan los miles de hombres santos de hacer el bien aunque sea al límite de sus fuerzas y a veces hasta de su fe y de su esperanza? Dios nunca se cansa. Nos lo confirma dándonos esperanza, y enojándose como un rayo.

Benedicto XVI ha sido un Papa extraordinario pero se ha ido de un modo vergonzoso. Nos ha abandonado. No ha estado a la altura de la exigencia de la grandeza de ser hombre, como de hecho suele suceder con casi todos los intelectuales. El cerebro no es suficiente para el hombre total, ni lo razonable.

Benedicto XVI no supo aprender de su predecesor. Se marcha a un convento de clausura lo más parecido a un geriátrico porque ya nada teme más que sus cuidados. La turba relativista le ha aplaudido el gesto, lo que certifica su error y su falta de altura. Comparar la renuncia del Papa con que el rey Juan Carlos no abdique es ridículo. Compararla con que la ministra Mato no dimita es demencial. ¿Dónde iremos a parar?

Los pactos con Dios no contemplan el cansancio. Las promesas no aceptan desmayos. La eternidad no tiene horarios. Ser Papa no es ser presidente de un gobierno ni ser la estrella de un grupo de rock. ¿Cuánta gente está cansada y continúa? ¿Cuántas personas se sienten al límite de sus fuerzas y se ponen en manos de la Providencia para alcanzar aquello a lo que sólo con el entendimiento y el cuerpo no llegan?

¿Qué tenemos que hacer a partir de ahora los que en algún momento nos sintamos débiles? ¿Qué espera la Iglesia de nosotros? ¿Podemos abandonar? ¿Podemos escaparnos por la salida de emergencia?

Si el Papa Ratzinger no sufre ningún tipo de enfermedad mental degenerativa que le impida tener conciencia de quién es y de lo que representa, su renuncia ha sido la peor noticia y el peor ejemplo para un mundo sediento de esperanza ahora que tanta gente lo está pasando tan mal. El rayo de Dios sobre San Pedro es un grito desesperado.

¿Cómo podrían renunciar las personas que peor lo pasan y circunstancias más duras tienen que soportar? Los que ya no pueden renunciar a nada, ¿pueden renunciar a su vida? ¿También la Iglesia lo encontrará coherente y prudente? ¿Qué dirán los relativistas del cadáver? ¿Qué dirá Lombardi?

Dios nunca nos enseñó a rendirnos, ni a abandonar, ni a regodearnos en nuestro cansancio. Dios no nos puso nunca un horario. El sufrimiento de su hijo fue lento y minucioso, y no le ahorró ninguna caída ni ninguna crueldad. Sólo así podía salvarnos. Nunca huyó: corrió hacia nosotros soportando el dolor y las burlas.

Como Juan Pablo II, con toda la humildad y con toda la grandeza, siendo para cada una de nuestras preguntas una respuesta: su funeral fue una expresión de Santidad y no cayó sobre San Pedro ningún rayo.

Ratzinger se va y nos deja huérfanos, sin respuestas y con todas las preguntas a carne abierta. Dios no nos enseñó a huir, ni a perder las fuerzas, sino a ganarlas, y a afirmarnos en ellas, y a ser portadores de la luz y de la esperanza, y a basar en este empeño cada uno de nuestros actos hasta que Él, y no nosotros, decida cuál es el final y nos acoja para siempre entre sus brazos.
(Ver original):
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/guantanamo/2013/02/12/el-rayo-de-dios.html

Easter Vigil Is Held In The Vatican Basilica


La verdadera causa de la renuncia del Papa.

Tengo 23 años y aún no entiendo muchas cosas. Y hay muchas cosas que no se pueden entender a las 8:00am cuando te hablan para decirte escuetamente: “Daniel, el papa dimitió.” Yo apresuradamente contesté: “¿Dimitió?”. La respuesta era más que obvia, “Osea renunció, ¡Daniel, el papa renunció!”
El Papa renunció. Así amanecerán sin fin de periódicos mañanas, así amaneció el día para la mayoría, así de rápido perdieron la fe unos cuantos y otros muchos la reforzaron. Y que renunciara, es de esas cosas, que no se entienden.
Yo soy católico. Uno de tantos. De esos que durante su infancia fue llevado a misa, luego creció y le agarró apatía. En algún punto me llevé de la calle todas mis creencias y a la Iglesia de paso, pero la Iglesia no está para ser llevada ni por mí, ni por nadie (ni por el Papa). En algún punto de mi vida, le volví a agarrar cariño a mi parte espiritual (muy de la mano con lo que conlleva enamorarse de la chavita que va a misa, y dos extraordinarios guías llamados padres), y así de banal, y así de sencillo, recontinué un camino en el que hoy digo: Yo soy católico. Uno de muchos, si, pero católico al fin. Pero así sea un doctor en teología, o un analfabeta de las escrituras (de esos que hay millones), lo que todo mundo sabe es que el Papa es el Papa. Odiado, amado, objeto de burlas y oraciones, el Papa es el Papa, y el Papa se muere siendo Papa. 

Por eso hoy cuando amanecí con la noticia, yo, al igual que millones de seres humanos..nos preguntamos ¿porqué?. ¿Porqué renuncia señor Ratzinger?. ¿Le entró el miedo?. ¿Se lo comió la edad?. ¿Perdió la fe?. ¿La ganó?. Y hoy, después de 12 horas, creo que encontré la respuesta: El señor Ratzinger, ha renunciado toda su vida.
Así de sencillo.
El Papa renunció a una vida normal. Renunció a tener una esposa. Renunció a tener hijos. Renunció a ganar un sueldo. Renunció a la mediocridad. Renunció a las horas de sueño, por las horas de estudio. Renunció a ser un cura más, pero también renunció a ser un cura especial. Renunció a llenar su cabeza de Mozart, para llenarla de teología. Renunció a llorar en los brazos de sus padres. Renunció a teniendo 85 años, estar jubilado, disfrutando a sus nietos en la comodidad de su hogar y el calor de una fogata. Renunció a disfrutar su país. Renunció a tomarse días libres. Renunció a su vanidad. Renunció a defenderse contra los que lo atacaban. Vaya, me queda claro, que el Papa fue un tipo apegado a la renuncia.
Y hoy, me lo vuelve a demostrar. Un Papa que renuncia a su pontificado cuando sabe que la Iglesia no está en sus manos, sino en la de algo o alguien mayor, me parece un Papa sabio. Nadie es más grande que la Iglesia. Ni el Papa, ni sus sacerdotes, ni sus laicos, ni los casos de pederastia, ni los casos de misericordia. Nadie es más que ella. Pero ser Papa a estas alturas del mundo, es un acto de heroísmo (de esos que se hacen a diario en mi país y nadie nota). Recuerdo sin duda, las historias del primer Papa. Un tal..Pedro. ¿Cómo murió? Si, en una cruz, crucificado igual que a su maestro, pero de cabeza. 

Hoy en día, Ratzinger se despide igual. Crucificado por los medios de comunicación, crucificado por la opinión pública y crucificado por sus mismos hermanos católicos. Crucificado a la sombra de alguien más carismático. Crucificado en la humildad, esa que duele tanto entender. Es un mártir contemporáneo, de esos a los que se les pueden inventar historias, a esos de los que se les puede calumniar, a esos de los que se les puede acusar, y no responde. Y cuando responde, lo único que hace es pedir perdón. ‘Pido perdón por mis defectos’. Ni más, ni menos. Que pantalones, que clase de ser humano. Podría yo ser mormón, ateo, homosexual y abortista, pero ver a un tipo, del que se dicen tantas cosas, del que se burla tanta gente, y que responda así..ese tipo de personas, ya no se ven en nuestro mundo.
Vivo en un mundo donde es chistoso burlarse del Papa, pero pecado mortal burlarse de un homosexual (y además ser tachado de paso como mocho, intolerante, fascista, derechista y nazi). Vivo en un mundo donde la hipocresía alimenta las almas de todos nosotros. Donde podemos juzgar a un tipo de 85 años que quiere lo mejor para la Institución que representa, pero le damos con todo porque “¿con qué derecho renuncia?”. Claro, porque en el mundo NADIE renuncia a nada. A nadie le da flojera ir a la escuela. A nadie le da flojera ir a trabajar. Vivo en un mundo donde todos los señores de 85 años están activos y trabajando (sin ganar dinero) y ayudan a las masas. Si, claro.
Pues ahora sé Señor Ratzinger, que vivo en un mundo que lo va a extrañar. En un mundo que no leyó sus libros, ni sus encíclicas, pero que en 50 años recordará cómo, con un simple gesto de humildad, un hombre fue Papa, y cuando vio que había algo mejor en el horizonte, decidió apartarse por amor a su Iglesia. Va a morir tranquilo señor Ratzinger. Sin homenajes pomposos, sin un cuerpo exhibido en San Pedro, sin miles llorándole aguardando a que la luz de su cuarto sea apagada. Va a morir, como vivió aún siendo Papa: humilde.
Benedicto XVI, muchas gracias por renunciar.
(Ver original): 
https://oehd.wordpress.com/2013/02/12/siempre-renuncias-benedicto/

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