sábado, enero 28, 2012

@Twitter: no a la censura


Birdie
Han actuado 0 personas
Nos faltan 0 firmas

Actúa ahora

Tu nombre
Tu apellido
Tu correo-e
Cód. Postal

miércoles, enero 11, 2012

De Luna, De Maiz, De Almas.: LA REVOLUCION NO SERÁ LEGITIMADA

De Luna, De Maiz, De Almas.: LA REVOLUCION NO SERÁ LEGITIMADA

Cuando tu hijo...

Cuando tu hijo te busque con la mirada... míralo.
Cuando tu hijo te tienda sus brazos... abrázalo.
Cuando tu hijo te busque con la boca... bésalo.
Cuando tu hijo te quiera hablar... escúchalo.
Cuando tu hijo se sienta desamparado... ampáralo.
Cuando tu hijo se sienta solo... acompáñalo.
Cuando tu hijo te pida que le dejes... déjalo.
Cuando tu hijo te pida regresar... recíbelo.
Cuando tu hijo se sienta triste... consuélalo.
Cuando tu hijo está en el esfuerzo... anímalo.
Cuando tu hijo esté en el fracaso... protégelo.
Cuando tu hijo pierda toda esperanza... aliéntalo y ayúdalo con tu amor a ser dichoso.


ANONIMO

lunes, enero 09, 2012

Injerencia y dominio de Cuba en Venezuela

Que lo desmienta la MUD. Notarias, identificación, registros civiles y de la propiedad y otras cuantas instituciones han sido entregadas traidoramente al gobierno cubano y al comunismo internacional. Hasta los anillos de seguridad de Hugo son Made In Cuba.


domingo, enero 08, 2012

Amiga

Amiga
No es tu mano lo que pido,
dame solo tu mirada
para que en calles oscuras
encuentre el camino a casa.

Tus ojos son lo que quiero
como luceros del alma,
que me alumbren el camino
hacia nuevas madrugadas.

Que cuando me sienta solo
y la tristeza me invada,
pueda sentarme a tu mesa
sin decir una palabra
para compartir tus sueños
y revivir mis andanzas.

Sintiendo que me comprendes.
Sabiendo que me haces falta.

Que solo el silencio hable
que no me preguntes nada,
ya conoces mis infiernos,
sabes de mis añoranzas.

¡Ay, amiga! Amiga,
siempre enjugando mis lágrimas.
¡Ay, amiga! Solo escucha.

¡Por favor! ¡no digas nada!

Y, abrázame fuertemente,
amiga,
con tu mirada.


 Jose Sequeiros,                                   Puerto Ordaz , 2000

sábado, enero 07, 2012

Yo soy quien te ha creado



Como soy quien te ha creado,
puedo ahora romperte en mil trozos de recuerdo
y arrojar cada uno en profundos surcos de hielo
como simientes de olvido.

Cuando nací tú ya estabas dibujada en mis pupilas.

Dejo de mirarte.
Te desvaneces.

Flotas para siempre
como anónima sombra
en las dudas de la noche.

Soy yo quien ha soplado
en el barro aún húmedo de tus años
el aliento lujurioso de la vida.

Son mis manos,
duras y firmes,
las que han modelado tu frágil
y altivo contorno.

Por ello,
de pronto,
no te acaricio.

Y convierto en añicos
el orgulloso cristal de tu cuerpo.

Yo soy tu señor.

Soy tu Dios.

Quien ha surcado tu vientre
con la marca del placer
y la huella del dolor.

Quién arrancó de tu seno
furioso, impaciente y palpitante
el fruto tierno que incierto,
siempre vacilante y dudoso
irá abriéndonos caminos
hasta confín el de los tiempos.

Te creé única.

¡Y mía!

Mío es el efluvio incitante de tu sudor
y la triste sal de tus lágrimas.

Solo una mirada y decido tu destino.

Te miro,
y eres.

Te beso.

Te estremeces.
Te excitas.
Te enardeces.

¡Tiemblas!

Amas, por mí.

A través de mí.

Yo,
Me diluyo en tu ser.
Te penetro.
Te poseo.
Te domino.
Te someto.

Gritas de placer.

Sollozas,
por la duda,
por el miedo.

Sabes que para siempre
estás atada a mis sueños.

Eres solo la imagen
volátil , caprichosa y adulante
de mis íntimos deseos.

Para mí son
tus ruegos.

Tus plegarias.

Tus súplicas.

Puedo dejar de amarte,
no seguirás viviendo.

Mis labios lascivos descubren
toda la estrecha
y voluptuosa morbidez de tu carne.

Sólo así,
sigues latiendo.

Porque,

Soy Yo tu Creador.

Yo Soy tu Señor.

Te creé única.

¡Y mía!

¡Y mía!

¡mía!

Yo Soy tu Dios.

El dios.

Por eso,

Jamás otro podrá amarte.

¡Nadie!

Ni aún si tuviera mis ojos.
Y de él fueran mis labios
y estas manos arrogantes
con que he esculpido tu talle.

Porque para mirarte así,
con deseos que desnudan
y taladran desde adentro.

De esta forma acariciarte,
con dedos que apenas rozan
y que a veces pareciera
que al navegar por tu piel
te laceraran el pecho
y se bebieran tu sangre.

Para besarte profundo,
sin pudor y sin respeto
recorriendo con lujuria
cada pliegue de tu cuerpo,
hasta sentir que respondes
casi como en fiera en celo.
.

Para dominarte y poseerte
con la furia poderosa
Conque siempre te hago mía...

Para amarte de esta forma,
fuerte,
firme,
vigorosa
y descarada

Habría de nacer en mí,

y aún así,

¡Nunca!

¡Nunca!

¡Jamás tendría mi alma!

¡Soy tu Creador!

¡Soy tu Señor!


Soy tu DIOS.
 



José Sequeiros                                   Puert Ordaz, 1.996

De Repente (o la marca del miedo)

De Repente (o la marca del
miedo)
¿Recuerdas,
Cuándo eras valiente?

levantabas los brazos
y El Sol te quemaba las manos.

Alzabas la mirada te invadía la luz
y no había un parpadeo.

Entonces,
la vida te señaló varias veces
con el dedo terrible de la muerte
y selló tu frente con la marca del miedo.

Después,
no te atreviste a dar ni un solo paso.

Y... ya ves,
de repente...
tienes cuarenta y ocho años.


  Jose Sequeiros                                       Puerto Ordaz,     2002

El ojo que se mira a sí mismo


El ojo que se mira a sí mismo

Es el ojo que se mira a sí mismo.

Se observa.
Se escruta.
Escudriña.
Explora.
Lejos.
En su intimidad.

Penetra en su pupila.
Negra.
Profunda.
Indescifrable.
Misteriosa.

Interroga a aquella oscuridad.
Donde lo nimio se confunde fácil y desesperadamente con lo inmenso.
Pupila anta pupila.
Realidad contra imagen.
Imagen en reflejo.
Lóbrega oquedad.
Interior sombrío.
Primigenio.
Vacío.
Plenitud.
Oscuridad absoluta.
Confusión total.
Caos.

El ojo está perdido dentro de su pupila.

Se interroga.
Se inquiere.
Se amenaza.
Se conmina.

Penetra a través del redondo enigma.

Todo es cerca.
Todo lejos.
Todo vacío todo lleno.



Pasan cuarenta años.



El ojo se mira a sí mismo.

No discierne.
No se responde.
No se ve.
No distingue.
Todo puede estar.
No haber nada.
Ser nada.
Simplemente no ser.

La oscuridad no produce sombras.
Las sombras son seres de la luz.



Tres años más.



Pupila contra pupila.
Replegada.
Comprimida.
Interrogantes.
Preguntas.


Oscuridad envuelta sobre sí misma.
Lo profundo que se mira desde la profundidad.

Lo absoluto.
Confluencia de los extremos.
Conjunción de los antípodas.
Unificación de la dualidad.
Igualación de contrarios.
Unión de los opuestos.
Derrota de la ambigüedad.
Desequilibrio.
Victoria de la unidad.
Uno.

El ojo se aprecia a sí mismo.

Se busca.
Se examina.
Se pregunta.
Se interroga.

Penetra el minúsculo circulo que se oprime ante sí.
Pupila contra pupila.
Negro atrapado en negro.
Duda.
Pregunta.
Duda.

Las tinieblas lo permiten todo.
La fe.
Lo irracional.
Mas no la certeza.
La seguridad.
Duda.
Incertidumbre.
Miedo.

No puede palpar.
Solo presiente.
Adivina.
Cerca.
Lejos.
Lleno.
Vacío.
Todo.
Nada.
Principio.
Final.



Dos días más.

El ojo se observa a sí mismo.

No hay respuestas.
Todas son nuevas interrogantes.

A cada pregunta replica otra.
Nueva.
Desconocida.
Virgen.
Falacia.
Impotencia.
Circulo cerrado.
Denso vacío.
Esfera infinita.
Ignota.
Próxima.
Distante.


Dos segundos más.



Pupila contra pupila.

Tinieblas.
Incógnitas.
Desequilibrio.
Fragilidad.
Desequilibrio.

Oscuridad.
Cóncava.
Convexa.
Interna.
Externa.
Pesadilla.
Pánico.
Nada.
Nada.
Alto.
Alto.
Respuestas.
Respuestas.
Luz.
Luz.
Luz.



Milésimas de segundo.



El ojo deja de repente de mirarse a sí mismo.

Un torbellino resplandeciente arremete impetuoso contra su negra pupila.
El ojo queda ciego para siempre.



Se acabó el tiempo.


José Sequeiros                       Puero Ordaz,   1.995

COMO SERÍA

COMO SERÍA
COMO SERÍA

¡Ay! Tristeza

¡Que sería de ti, Corazón, sin la tristeza!
¿como sentirías?

¡Ay! Melancolía.

¡Que sería de ti, Alma, sin la melancolía!
¿como soñarías?

¡Ay, Tristeza!
¡Ay, Melancolía!

¡Como os abrazáis entre lágrimas
compañeras de mi vida!

¡Ay! Tristeza.
¡Ay! Melancolía

¿Como seria mi mundo si una sonrisa os matara algún día?

¡Ay! Mi Tristeza.

¡Ay! Mi Melancolía.



José Sequeiros                                Puerto Ordaz, 1.993

Los buitres buscan corazones muertos

Los buitres buscan corazones
muertos
Es inútil buscar con desconsuelo
en el fondo del dolor una sonrisa.
Ya el silencio nos cubre con su velo,
y están frías las manos que acarician.

Es en vano pedir explicaciones
al calor que se ausenta de los besos.
Ya se vacían los ojos de ilusiones.
Del ayer solo quedan sus reflejos.

Caminamos ya el ancho desierto
que se abre entre dos almas malheridas.
Los buitres buscan corazones muertos
y a nuestro amor se le acabó la vida.




José Sequeiros,                               Puerto Ordaz, 1.993

El Abuelo (o el último poema)

El Abuelo (o el último poema)
En lo oscuro del salón.

Señor,

Si pudiera morirme siendo amado.
Sin sentirme
un fardo de piel seca
que estorba y se hace,
con indiferencia,
a un lado.

¡como me haces, ahora, falta!

En el fondo del sillón,
un saco de huesos encogidos.

Niños.

Gritan.
Cantan.
Ríen.

Lo miran de reojo.
Sacan la lengua.
Se olvidan.

Juegan.

Ríen, cantan, juegan,


“El cocherito leré, me dijo anoche leré…”

Si se apagara mi luz sintiéndome querido,
juro que jamás podría morir
ya que nunca habría olvido.

¿Sabes? ¡Te echo mucho de menos!


En el frío del salón.


La pelota roza arrogante y
altanera,
la deshilachada
madeja de lana blanca.

Una mueca,
Un rictus.

¿Una sonrisa?
¿un dejo de amargura?
¿Un amago de forzosa tolerancia?




Rien y cantan.


Si en mi vida hubiera amores
que,
por partir yo,
se murieran,
por no quitarles la vida
quizá nunca me muriera.

¡No me acostumbro!

¡No!

No puedo.

Los miro.
Están tan lejos.
Se difuminan.

Gritan y ríen.


“Donde están las llaves matarile rile rile...”


El silencio aturde ya mi alma
por la ausencia de ternura
y sufre aún más porque duda
de que abandonará su cuerpo
y podrá encontrar la paz.


Si estuvieras aquí. ¡Conmigo!


Permanece frío y yerto
en el fondo del sillón.
observa como el telón
anuncia que la función
está ya por terminar.


“Arroz con leche me quiero casar…”


¡Que solo te has quedado!


¡Ay! Si yo pudiera morirme
sabiendo por que me muero.
Si me muero por que sí
o por faltas de te quiero.


¡Cuanto te necesito!


En lo oscuro del salón.

Dos luceros fulgen
Temblorosos y eternos
en los cuencos profundos
de sus ojos blancos.


Quien le teme al lobo feroz, lobo feroz…

Si el amor que un día tuve
hoy pudiera disfrutarlo
lo aferraría a mi pecho
para poder apretarlo
al momento de la muerte.

Así,… muy fuerte,
… muy fuerte.

¡Lo logramos amor!


Los niños juegan.

Gritan y juegan

Ellos ven la tele.
Inmutables.
Vaporosos.
Etéreos.

Ayer éramos nosotros.

¿Recuerdas?

¡Ay, vida!
¿Eres tú?

Te estaba pensando un poema.

Calienta mis manos, amor.

Tus manos.

Tu paz.
…muy fuerte.

¡Tu mano!

Tu mano.

Te quiero.
¡Te quiero!
¡cuanto te quiero!


En la esquina del salón

En aquel frió sillón.

¡Mamá!

¡Papá!

¡El abuelo!

¡El abuelo!




José Sequeiros,                             Puerto Ordaz, 2.002

CANCIÓN DE AMOR (o los hombres malos)

CANCIÓN DE AMOR (o los hombres malos)
(Breve historia para niños.
De como el amor pudo redimir las almas.)




Llegaron en plena noche,
cuando la Luna no estaba.
Aullando cual fieros lobos,
deslizándose cual ratas,
entre unas sombras tan negras
que semejaban sus almas.
Todo ocurrió de sorpresa
en aquella aldea mansa.
Los viejos y las mujeres,
niños y hombres gritaban.
Tan espeso fuera el miedo
que las manos lo tocaban.

De pronto entre aquel tumulto
se oyó una voz que tronaba.
Su clamor era tan grande
que ni el cielo la callara.
El más viejo de la aldea
fue quien de esta forma hablara:
“llegaron los hombres malos,
los del hierro y de la llama.
Llegaron con sus pistolas
a matar nuestra esperanza.
A saquear nuestro pueblo
y destruir nuestras almas.
Hagámosles ¡presto! frente
con valor pero sin armas.
Que el calor de nuestro pecho
sea la única lanza
que traspase sus cabezas
y destroce sus gargantas.
Probémosles que el Amor
arde más, aún, que su fuego
y sin embargo no mata.
Podrán saquear el pueblo
mas nunca robar las almas”.

Se blandieron los machetes
en aquella aldea brava.
Y rodaban las cabezas
que por cientos se contaban.
Relucían las pistolas,
a cuya voz dolorosa
los corazones sangraban.

Todos los habitantes
de aquel pueblito sin nombre,
del más anciano al más joven,
fueron uniendo sus voces
en esa terrible noche
que sus carnes desgarraban.
Entre gritos y sollozos,
entre lamentos y lágrimas,
todos a un tiempo cantaban
una canción tan serena
y con fuerza tan extraña
que la escucharon las gentes
de las tierras más lejanas.
Y postrados de rodillas,
acurrucando sus almas
temerosos de aquel eco
se decían unos a otros:
“es el mismo Dios quien canta”.

Y las gentes de aquel pueblo
lucharon con su canción
esgrimiéndola cual arma:
“yo te amo hombre perverso,
hombre malo
hombre sin alma.
Te amo porque estás solo.
Por ser pequeño y sin casa.
Te amo porque no tuviste madre
que, como yo, te cantara.
Porque cuando eras un niño
no conociste el Amor.
Porque nunca miraste al pájaro
cuando besaba la flor.
Te amo, señor ladrón,
bandolero desalmado.
Te amo porque el Amor
siempre lo tengo a mi lado.
Lo llevo en el corazón
y te lo escupo a la cara.
Yo te amo más que nunca
cuando el puñal en mi clavas
pues, El Amor va en la sangre
con la que ahora te empapas.

Cantaron con tanto Amor.
Amaron de tal manera
las gentes de aquella aldea
en esa noche macabra,
que aquellos hombres malvados
fueron perdiendo su saña.

Tornóse entonces la noche
cual nunca antes más clara.
La Luna se hizo visible
y con su luz plateada
envolvió a los hombres malos
que…
como niños lloraban.



José Sequeiros                                         Puerto Ordaz, 1.979

GRITOS

GRITOS                                                 


                                              A mi hija Astrid


Enséñame a decir que no. 

No pretendas que sea sumisa 
y seré humilde.

Déjame ser rebelde.
y no seré caprichosa

No quieras acallar mi voz
so pretexto de mi corta edad.
Considera el valor mi opinión.

¡Tengo tanto que decir!

Escúchame. ¡Me sentiré importante!

Enséñame a ser crítica 
y no seré envidiosa.

Ayúdame a tener un pasado firme y feliz.

No hagas del futuro
una prisión de mi presente. 

Déjame soñar y tendré mi propia luz.

Dame las herramientas del amor.

¡Abrázame fuerte!

Y, 
algún día, 
nosotros, los “más pequeños”,
habremos de cambiar el mundo.







José Sequeiros                                         Puerto Ordaz, 1.999

El Espejo

El Espejo
EL ESPEJO


Yo el que soy.

Hoy,
ayer venido a menos.

Núcleo olvidado del ahora.

Corazón cerrado,
oculto.

Secuestrado
por la dura corteza del presente
por los no quieres,
no tengo,
no eres.

No muestras lo que soy.

Solo muestras.

Falsa imagen.
Vanidad.

Apariencia para otros ojos.
Duros, fríos, indiferentes.

Aduladores y envidiosos otras veces.

Dudas en ser el que eres.
No quieres.

El que he sido.

Pocos quieren serlo.

Otros no pueden.
no saben
el mundo de las gentes,
despiadado,
terrible,
hipócrita,
lo impide.

Y no es tu mundo.

No es la vida.

No hay otra que la que tengo.

Porque eres la vida.

soy todas las vidas.

Y todas las vives.

Y no lo sé.

Y solo en ella sufres todas las muertes.
Y no lo entiendo.

tu vida es mi pasado.
tu tiempo ido.

El presente es solo un instante del pasado.

Y lo acoso.
Lo humillas.

Me trajeo con ilusiones de lo que no eres.

Me oculto pretendiendo ser el anillo en mi dedo.

Quisieras ser lo que poseo.

Mas, el ser no transmuta jamás en el tener.

Quieres parecerte al mundo.
Ese que los otros han creado.

Desesperado,
uso sus ropajes,
sus pinturas,
sus modos
y modas.

te desvaneces,
Me diluyo en la multitud.

Al cabo te pareces demasiado.

He triunfado.

Sonríes.
solo hay una triste mueca en mis labios.

eres el mundo,
no la vida.

Eres quien eres.

Para eso existe la desnudez que el espejo denuncia.

Él la declara.
La evidencia.
La magnifica.

Entonces, le temo al espejo.
Lo odias. Lo maldigo.

Sabes que ya no puedes ocultarte.
El me mira.
son tus ojos.

Son el espejo.




El pasado me asalta a veces.
Tú,
el que fuiste.

Un dulce,
frío,
nostálgico baño de ternura.

¿Por qué frío?
¿Por qué no,
tibio
o cálido?

Nada tenía,
sino vida.

Tiempo.

Hoy sé que tenía tiempo.

Vida.

Y eras.

Era mi tiempo,
eras mi vida.

Extraña sensación de lo perdido.

Un gran eco lo llena todo.
me hiela.
Te seca.
Resuena y palidezco.

Es el momento en que descubres que
el espejo me mira.

Te delata.

Ya no eres el de ahora,
sino el de antes.
Me sorprendo.

Jamás me detuve a pensar
que esos penetrantes ojos
que me observan son el espejo.

Saben quien soy.

Te asombras.
Entristezco.
Lloras.
He tomado otro camino.
ahora te ves frente a frente.
No pude alejarme de mí mismo.
Te miras como una carga o una cruz
que debes llevar a donde vayas.

Entonces me doy cuenta
que siempre seré aquel lejano,
olvidado,
perdido dentro de ti.

Pero nunca podré ser como era.

El tiempo se llevó mi vida.
Es la vida.


No construye futuros.
Poco a poco ,
o de improviso,
va fabricando pasados.

Quieres mentirte.
Necesito engañarme.
mas siempre frente a ti: EL ESPEJO.
No para ver lo que viene,
sino lo que vas dejando.

El espejo es como el tiempo,
va reflejando el pasado.

Lo que no vuelve.
Lo que nunca dejas que llegue.

Escondido en algún
lugar de la inconsciencia.
Recóndito.

El ayer.

Rebajado.
Humillado.
El hoy sin mañana.

Temo enfrentarme al espejo.
Te hurga el alma con su mirada metálica.


Soy otro que creo que ser.
Sé que no lo eres.

Tengo miedo de ser lo que no soy.

Y gritas.
El espejo escarba detrás de los ojos.
Me hiere.

Puedo llegar a verme tal como soy.
Siempre mira detrás de la máscara.

Huyes.
Causan terror
Las preguntas del espejo.


Dentro de esta costra de haberes en que quieres convertirte,
sé que solo soy lo que fui.

Puedes disfrazarte.
Ponerme mil caretas.

Pero el espejo te reta.
Me amenaza.

Puede chantajearte,
mas no puedo sobornar al espejo.

No duermes,
me desvelan sus reflejos.

Te Vigila.
Me Observa sin descanso.

Impasible.

Son tus ojos.
Mis ojos.

Llegas a detestar a tus ojos.

Jamás podré ser otro mientras existan los espejos.

Siempre miran hacia dentro.


Es cruel.

Frío y malvado.


Hacia atrás.

Hacia ti.

Puedes querer engañar al espejo.
El espejo nunca me miente.

Termina la vida.
Se acaba el tiempo.

Llega el día en que la oscuridad se aprieta contra mí.
Húmeda.
Olorosa a tierra mojada.
Ya no hay pasado.
Has vencido al espejo.

A todos los espejos.

Solo el negro vacío vence al espejo.
ya no le temo al profundo ojo plateado.
Pero estás condenado a las tinieblas.

O,
quizá,
me decido a enfrentarme a él
y buscar la luz.

En algún lugar solitario
o en el medio de la multitud.

Y me rio del mundo,
y de mí mismo,
caminando completamente desnudo.
frente al espejo.

Me reconozco.

Soy libre.

Entiendo a dios,
“Soy el que soy.” – dijo.

Y no necesitó un espejo.

Por eso es Dios,

¡no le teme a el espejo!

Entonces seré el centro del mundo,
el núcleo de la tierra.

Serás

¿Seré?

Tal vez no te tema a la muerte
sino a la inconsciencia.
A tener que renunciar a este don divino
de poderme pensar
y saber que he creado el universo.

Y no le estoy mintiendo al espejo.



José Sequeiros                                          Puerto Ordaz, 1.996

Dos aguas que no se juntan

Dos aguas que no se juntan
Dos aguas

Dos aguas que no se juntan

Dos Brazos que se entrelazan
en las ramas del recuerdo.
No hay manos para que aten
ni opriman al sentimiento.

Es nuestra la vida que pasa.
Es tu aire impetuoso
Es mi fuego

Agua y agua.

Aire y fuego.

Devastador y gigante.
Arrollador e intenso.

Tú y yo.

Dos y uno.

Parte y todo.

Tres.

Nacimiento.
Dolor.

Vida.
Dolor.

Alegría.
Dolor.


Placer.
Dolor.

Tristeza.
Dolor.

Sufrimiento.

Agonía.
Muerte.
Temor.

Amor.

Quema.
Duele.
Asfixia.
Lastima.
Ahoga.

¿Dolor?

¿Qué puede unirnos?

¿Qué separa las limpias aguas
de un mismo cauce?

Dos llamas que se acarician
Latir del mismo madero.
Cruces de adioses que arden
queriendo ser hasta luego.

Agua y fuego.

Extraño cauce de sombras
el que vamos recorriendo
dos almas y un solo sueño.

Yo sé que tu me comprendes
y sabes, que yo te entiendo.

Quisiera que el discurrir
de la flama de mi vida
fuera afluente de tus pechos.
Pétalos de carne firme,
que apenas
rozan mis dedos.

Flor de luna cuya plata
se derrama en mis cabellos.
Jamás serán nuestros hilos
hebras de un mismo pañuelo.

Agua salada.
Agua densa y calcinante.

¡Lagrimas!

Lava viva y dolorosa
que llora tu vientre bueno.

Fuego eres y no sabes
que el agua también es hielo
Si pretendes derretirlo
el agua quiere ser fuego.

Aire y agua.
Agua y fuego.

Dos aguas que no se mezclan
y van recorriendo el tiempo.
Como dos gotas de angustia
que besan el mismo suelo.

La mar espesa del llanto,
que amalgama sufrimientos,
cual a despreciadas perlas
quiere ofrecerles su lecho,
para que horaden corales
como simientes de fuego.

Mas la corriente engañosa
de las nostalgias y el miedo
con violento oleaje.
las vuelve aire de nuevo.

Fuego y aire.
Aire y fuego.

Tan juntos y tan distantes.

Yo soy aire.
Tú, eres fuego.

Dos nubes que pasan juntas.

Fuego y agua.

Aire y cielo.





José Sequeiros                                           Puerto Ordaz, 1.995

NEGROS JIRONES DE NOCHE

NEGROS JIRONES DE NOCHE
Negros jirones de noche
vienen penetrando el cielo.
El silencio pasa lento
recogiendo en el camino
los retazos de otros tiempos.

No hay distancias,
no hay recuerdos.
Solamente torbellinos
de trozos de sentimientos.

Noche que pasas ausente
del jardín de mis anhelos,
devuelve un poco de magia
plateada del misterio
conque las tristes amantes
estremecieron mi cuerpo.

Silencio de largas muertes.
Negras pausas en el tiempo.
Rostros rotos que en desorden
recorren mi pensamiento,
devolved la risa blanca
al niño que está durmiendo.
No importa que la salpiquen
carcajadas de lamentos.

Daga hiriente de las horas
que se fueron sin saberlo.
Guijarros que ahora lastiman
los pasos que no se dieron,
permitid que el llanto mudo
de lo que nunca fue hecho,
se deslice ávidamente entre
las sombras y el miedo
para llenar de ilusiones
un lecho de vida seco.




José Sequeiros                                   Puerto Ordaz, 1.995

LEYENDA DEL AMOR INFANTIL

LEYENDA DEL AMOR INFANTIL
¿Sabes por qué allá arriba,
en el cielo,
se mueren las estrellas?
¿No?
pues déjame explicártelo:
las estrellas son seres
que se alimentan con los sueños
e ilusiones de los enamorados.
Cuando estas bellas cosas
por, cualquier razón, terminan
las estrellas lloran.
Y apagan,
así,
su inmenso fuego
con sus propias lágrimas.
¿No lo crees, niña?
Pues,
cuando dejes de quererme
mira al cielo…
verás que ha muerto una estrella.


José Sequeiros.

Puerto Ordaz, 1.968

Llanto (o lágrimas de arena)

Llanto (o lágrimas de arena)
Has de llorarme mucho.
Con lágrimas de arena
que hiendan tus pupilas

Vas a llorarme tanto,
con llanto de navajas
clavadas en el pecho.
Con nudos de tristeza
que ahoguen tu garganta.
Con manos transparentes
Que señalen distancias
Persiguiendo horizontes
En pos de un vano sol.

La sal de la memoria
conservará en el tiempo
intactas las heridas.

Lacerará tu carne
La ausencia de la mía.
Buscarás otros cuerpos
Y no tendrás calor.



El recuerdo alevoso
hurgará,
despiadado,
lo mejor de tu vida
y verás que mi rostro
se ha marchado,
inasible,
a través del dolor.




José Sequeiros                                        Puerto Ordaz, 1.992



NAUSEA Y SOBERBIA (o el amo del dolor)

NAUSEA Y SOBERBIA (o el amo
del dolor)
Yo he visitado el pozo de las almas perdidas.
Le he besado la mano a El Amo del Dolor.
He cruzado mil veces la frontera del miedo.
Y a la vida mil veces le negué mi perdón.

He sufrido de cerca el horror de la muerte.
Su mirada espantosa me envolvió con su hedor.
Me vistió de cadáveres, aplastando mi alma.
Y jamás a la vida le otorgué mi perdón.

Yo he navegado mares de horrísonas tormentas.
Sus vientos pavorosos acallaron mi voz,
hundiéndome mil veces en el cieno del vicio.
Y ya nunca a la vida pude dar mi perdón.

He sangrado nostalgias abiertas en el pecho.
Mis manos recorrieron mil putrefactos cuerpos
marcándome el camino de la desolación.
Me tomé la venganza a que tengo derecho,
y a la vida, por siempre, le negué mi perdón.

He probado del asco de los hombres perversos,
y he bebido sus náuseas hasta la perdición.
Sus aires pestilentes he inhalado mil veces.
Y a la vida, con rabia le grité ¡no hay perdón!

Hoy que la muerte cruza, sigilosa, a mi vera.
Que el tiempo se detiene y va opacando el sol.
Que mis sienes denuncian mil pasados perdidos
en la efímera existencia de una corta canción.

Mi voz, que ya se extingue flotando como un eco
se queda en el vacío de una vana oración.

La vida la recoge, absurda y misteriosa.

Y desde la otra orilla,
con mano generosa...

...me ofrece su perdón.



José Sequeiros                                       Puerto Ordaz,1.996

ORACIÓN

ORACIÓN
Señor,
no te doy gracias por el pan.

Sé que en algún lugar tienes siempre
un mendrugo guardado para mí.

Te agradezco, Señor, por el hambre.

Esta bendita hambre
que me impulsa a buscarlo
y a apreciarlo tanto.

No permitas jamás que me sacie.

Y disfrutaré de cualquier humilde alimento
por muy poco que sea.

Gracias, señor, por el hambre.



José Sequeiros                                          Puerto Ordaz, 1.995

TUS OJOS

TUS OJOS
Miel de luz tienen tus ojos
de un panal de mil estrellas.
Néctar de fuego que enciende
todo el rojo de mis venas.

Luceros de azúcar ámbar.
Cocuyitos de canela,
caramelos luminosos
que disipan mis tinieblas.

Lagrimita almibarada
que mana de tu ternura,
quisiera ser colibrí,
terroncito de colores,
para volar junto a ti
y libar de esa dulzura
con que bruñes El Abril
que ilumina mis temores.

Miel de luz que se derrama
de tus ojos de alma buena,
lentamente llena el cáliz
de mi corazón que espera
para melar de Arco Iris
a la noche cuando venga
a querer oscurecer
el dulzor de nuestra senda.




José Sequeiros                                             Puerto Ordaz, 1.995

THE END
(Breve historia ecológica de como ocurrió
lo que pudo haber sido evitado.)


Navegan, inquietas,
las nubes en el cielo oscuro.
El Sol, en su trono,
como de costumbre,
vigila sus movimientos.

Abajo,
un hombre pegado a tierra.
Sumergido en una atmósfera negra
que le ensucia la cara.

El Mar,
escultor incansable,
ahogado en océanos de excrementos,
petróleo y detergentes,
modela las rocas
que impasibles,
como cuando era el principio,
soportan la mordedura de su cincel.

Un hombre clavado en la grasienta arena.
A lo lejos un horizonte gris.

En el cielo no se ve ni un ave.
Sobre el mar flotan
peces muertos,
un barco sin rumbo
y algunos sombreros.

En medio de ese mar agonizante
puede apenas apreciarse,
cual fantasmal testigo de El Infierno
una pequeña isla
con media docena de árboles
desnudos y secos.

La playa esconde sus memorias
bajo un plomizo manto
de rojos recuerdos:
potes de leche
y de cerveza.
Envases para aceite
y gasolina,
periódicos
y cauchos,
zapatos y…
…y puede verse
de trecho en trecho
un perro
y un anciano
muertos.
un pájaro,
una mujer,
una rata,
un niño,
o un cangrejo.

Restos de lo que fue una botella de licor
hacen sangrar los pies de El Hombre.
Pero este no se inmuta.
A sus ojos se asoma,
amenazante,
el sobrecogedor brillo del vacío.

Una amarillenta hoja de periódico,
donde en grandes titulares
puede apenas leerse
algo acerca de como El Mundo
si no se cuida se muere….

-AND THE IM_INENT AT_MIC WAR
AGAINST BARBA_IAN COUNTRI_S-

revolotea sobre su cabeza
como invitándolo a unirse a su vuelo.

Pero El Hombre no hace caso.
Esta clavado en la playa.

De repente ya no hay sol.
Sobre la tierra se ha extendido
un velo negro.

A través de la atmósfera
espesa y sucia
pueden vislumbrarse aún
dos o tres estrellas
que hacen continuos guiños
como burlándose de El Hombre.

Pero a él nada le importa.
Está clavado en el agua.

El ronquido de las olas al morir
mata el silencio de la sucia playa.
Pero El Hombre no lo escucha.
Ni siente el corte del agua helada.

El viento pasa raudo
como queriendo dejar atrás
el olor a cadáver que lleva en su regazo.

Y La Luna comienza su paseo
sin importarle El Hombre
clavado en el agua.

Entonces El Hombre,
suavemente,
pausadamente,
vuelve su rostro hacia el firmamento.
Y dirige sus ojos
a las, casi invisibles, estrellas.
Con un débil afán de ver
que se esconde
mucho más allá de ellas.

Y en ese momento,
el último hombre
suspira por última vez.
Y el agua acude de pronto
a sepultarle la cara.

Y queda en el aire,
en suspenso…
El Ultimo Suspiro.


José Sequeiros

Puerto Ordaz, 1969

Memorias para Rosemarie

Memorias para Rosemarie
A Queen


Los poetas,

Chiquita Rosemarie,

nacemos ya solitarios

y viejos.

Mas, no de años,
de vida.

Ymás que de vida,
de sueños.

Y más que de sueños,
de muertes.

sufrimos todas las vidas
soñamos todos los sueños
lloramos todas las muertes.

Y todas las soledades.

Todas las vidas.
Todos los sueños.
Todas las muertes.

Son nuestros..

Como círculos.
Como esferas grises,
inestables,
en el cielo.
Siempre amenazantes

Cuando el poeta nace
Ya trae consigo todas las memorias
y todos los asombros
de todos sus sentidos.

De poco sirve tener quince años cuando se es poeta.
El alma permanece intacta e inalterable.
Cual si todos los siglos se agolparan en ella.

Ya viene como cansado de haber vivido otras vidas.

A veces,
no somos
más que espectadores de nuestra propia alma.

Te has preguntado alguna vez si tú eres tu alma.
No has notado alguna vez que es ella quien te dicta,

al oído,

en secreto,

todas las soledades que debes vivir.

Todas las alegrías que no te pertenecen.
Todos los dolores que debes sufrir
y que debes volcar enseguida,
enturbiándolo,
en el plácido mundo blanco de una hoja de papel

¿Debe ser tu alma libre?
¿Has de ser tú su prisionero?


Uno de los dos permanece en rebeldía,

En conflicto continuo,
En permanente lucha por la hegemonía.

Ninguno debe vencer.
Ninguno debe ser sometido.
Ninguno condenado a la sombra.

Pero, ¿quienes somos nosotros y nuestra alma?
sino la soledad y el vacío de la vida.
.
A quién le escribe el poeta:

¿Al amor?
¡No!
A su carencia.
¿A su amada?
¡No!
A su ausencia.

No has, acaso,
visto el dejo de tristeza,
la nota de amargura que plañe
entre un par de enamorados y su embeleso.

¡que sería del amor sin el riesgo de su falta!
¿a que sabría el amor sin el vacío que deja?

¿A quien le canta el poeta?

¿A la vida?

¿A la vida como presencia de la muerte?
¿O, a la muerte como presencia de la vida?

¿A la gente,
a los amigos,
a los verdes campos?
¿o…, a su soledad,
a los perdidos caminos?

La vida del poeta es no tenerla.

El sueño del poeta es inventarla.

La muerte del poeta es no tener una flor para crearla,
O un verso que la nombre para saborear el color entre sus labios.
Una canción que en su pecho haya extinguido su armonía.
Y el silencio pertinaz que canta todos los silencios de todos los días.

El dolor del poeta es el miedo a perder el dolor de la vida.

Que sería del poeta sin la vida para cantarle un réquiem.

Que sería de él sin el dolor como
bálsamo para su risa.

¿Ríe el poeta?
Quizá grazne una carcajada mentirosa
en la calle,
o en la plaza,

Pero no en su casa.
No en su corazón.
No en su sitio.

Allí, solo sonríe.

En su soledad sonríe,
siempre sonríe.

Nadie sabe nunca que se oculta detrás de la sonrisa.

Los que lo presienten desde afuera
saben que siempre sonríe,
aún detrás de las lágrimas,

¿Sonríe?

¿Qué puede llorar el poeta que nació
ya viejo, cuando recuerda a aquel niño
que ya a los quince años había cumplido
cuarenta y ocho pesados
calendarios de vidas y de soledades?

¿El pasado acaso?

Así es,

Rosemarie,

vamos en círculos cerrados por este mundo,
atrapando el pasado,
una y otra vez
tratando de encarcelar el pasado,
de someterlo,
como a un monstruo abyecto y desalmado.

Pero no hay ya excusa.

Ni remedio.

Debemos entonces
perdonarlo.

El pasado no cambia el futuro.
Solo el presente es hijo del pasado.

Por eso el poeta está condenado a seguir
viviendo todas las vidas.

A soñar todos los sueños
acariciando todas las soledades,

Hasta que un día terrible,

quizá,
liberadora,

siempre fiel,

la muerte para siempre lo acompañe.


(Por ello chiquita Rosemarie,

Nunca te extrañes de sentirte sola.
Es el precio que debes pagar
por esa locura de haber nacido poeta.

Y…, de eso jamás podrás librarte.
Esa será tu libertad y tu cárcel.)




José Sequeiros                                        Puerto ordaz, 2.001

EL CIRCULO DE LA LUZ


EL CIRCULO DE LA LUZ
Hubo una vez en joven, era fuerte, vigoroso. Figura atlética, musculosa y erguida. Tersa y brillante piel. Abundante cabellera azabache. Mirada altiva. Voz tronante y seductora. Físicamente era perfecto.
Pero su mirada era opaca. Y su alma estaba vacía y sola y en zozobra.
Y díjose un día, después de hablar con su corazón: -“mi vida poco vale si no sé por que la tengo ni para que vivo. ¡He de ir en busca de la luz!”-
Y, sin pensarlo dos veces, con el ímpetu, la pasión y ligereza, a la vez, de que son capaces los jóvenes, partió en busca de la Luz.

Y camino, tropezó y se levantó, volvió a tropezar y se sintió cansado y le faltaron fuerzas. Los guijarros herían sus pies y volvió, de nuevo, a tropezar. Quedose, entonces, sentado en cuclillas a la orilla del camino y, sin pensarlo mucho, tal como antes, decidió no caminar más.
Pero, he aquí que en ese momento ve venir a un anciano: la espalda encorvada por el peso del tiempo, los pies haciendo brotar polvo del suelo, largos cabellos de nieve, lacerado el rostro por el sol y el viento y una expresión de infinito cansancio en su figura.

Y pensó el joven:
-“Extraño anciano. Parece haber caminado mucho a lo largo de esta vida y de este mundo. Le preguntaré si ha visto la Luz. Si la ha visto, seguro, me la hará ver a mí y, así, no habré de seguir caminando. Si no la ha visto después de haber caminado tanto es que no existe, entonces, tampoco caminaré más.”

Acercase, pues el joven al anciano y díjole:
-¿dime señor mío, has visto la luz?

Al anciano le bastó un instante para, con mirada serena y profunda, contemplar al joven y, enseguida, respondió:

- hijo mío, no. No he visto la luz -.

Y había en su rostro una expresión de infinito cansancio y un profundo dejo de tristeza mientras observaba la enorme decepción en la turbada la faz del joven.

Y continuó diciendo el anciano:
- Pero mira mi rostro. En el están grabados, como indeleble y permanente señal, la tristeza y las penas, las dudas y miedos que me embargan. Lo ves ¿verdad?

Y de esta forma proseguía hablando el anciano:
- pero observa también mis ojos. ¿No ves en ello la esperanza y la fe? No, he encontrado la Luz. Pero sé que existe y que, al cabo, la encontraré. Por eso sigue haciendo caminos en su busca. Y caminaré aunque mis piernas, ya sin fuerza, se nieguen a sostener el peso de mi cuerpo-.

Mas viendo el anciano una lágrima de decepción, angustia y desesperanza en los ojos del joven, conoció al punto su pensamiento. Y mostrando una dulce sonrisa de ternura y compasión en sus arrugados labios, se dirigió a él con las siguientes palabras:

- Hijo mío, nadie más que tú mismo puede enseñarte el camino a la Luz. Somos como aquel que, perdido y solitario en la selva y rodeado de alimañas hambrientas y feroces, abre, desesperadamente senderos en la espesa jungla sin más ayuda que la fuerza de sus propias manos y brazos. Y se asusta. Y el pánico y la angustia hacen nido en su corazón al ver que el sol pasa varias veces sobre su cabeza y no encuentra en poblado. Pero el hombre no se rinde, continua abriendo caminos en la selva con sus brazos y piernas, todo su cuerpo ensangrentado, lacerado por las espinas. Y, aún, a punto de desfallecer, de caer vencido por el cansancio y ser devorado por las fieras, el hombre insiste en su lucha contra todos los obstáculos y sigue abriendo hasta que da con el poblado, y puede calmar su sed, y saciar su hambre. Y la paz y el sosiego de enseñorean en su corazón y ahuyentan la angustia y los miedos que antes sentía. Y hay alegría, y se hace fiesta en su corazón.

Y continuó el anciano hablando al joven como le habla un padre al hijo amado de esta forma:

-“ya ves hijo mío. Yo, como el hombre perdido en la selva, aunque ya muy cansado y con el alma vacía, he de seguir caminando. Y así lo haré hasta encontrar la Luz. Se que no camino en vano. Y que cuando la encuentre y pueda verla todo mi cansancio desaparecerá y mi alma será plena, y sosegada, y feliz. El cansancio que ahora siento no ha de ser eterno pero, la luz que busco sí pertenece a la eternidad. ¿Y que es una vida comparada con la eternidad? Y, he aquí, que por eso nunca dejo de caminar, de ir en pos de mi libertad en la luz de la verdad.”-

Y, con estas palabras despidiese del joven el anciano.
Con la espalda encorvada por el peso del tiempo, los pies sin despegar nunca del suelo, el anciano seguía caminando.

El joven, ya solo, púsose ha reflexionar sobre esas palabras que mucho le habían impresionado. Y pensó con el corazón encogido por la emoción y los ojos escondidos tras un velo de lágrimas:

-“¡Ay de mí, mísero ser! A punto estuve de volver atrás sin haber apenas terminado de dar el primer paso, sin haber siquiera iniciado el camino. Poco faltó para dejarme devorar por las alimañas de la selva sin haber movido ni un dedo para evitarlo. ¡Y lo hubiera perdido todo!”

Y pensó en el anciano. Y comparo la edad del anciano con la suya y vio que no era nada comparada con la de aquel. Y que así mismo el largo tiempo que el anciano llevaba caminando sobre esta tierra era apenas un ápice minúsculo de la eternidad.
Y, él. Él, tan joven, tan fuerte y vigoroso ya había desfallecido sin apenas adelantar un paso en tan largo camino.
Entonces el joven enjugo sus lagrimas, apretó dentro de su pecho su alma y echó a andar en busca de la luz.

Y pasaron los días, y los años, y las décadas.

Y a aquel que había sido joven un día, a aquel que fuera fuerte y vigoroso y le habían faltado las fuerzas al principio del camino, veíasele ahora con los pies haciendo brotar polvo del suelo, escasa cabellera luna, una expresión de infinito cansancio en el rostro y la espalda encorvada por el peso del tiempo.
Pero aquel que fuera joven, aquel que ahora sentíase muy cansado, seguía caminando y acordábase siempre de un anciano.
Y en su caminar se encontró un día con un joven, fuerte, vigoroso, físicamente perfecto pero, con el alma vacía que acercándose a el le dijo:

- “Dime, señor mío. ¿Has visto la Luz?





Puerto Ordaz,  abril de 1970