sábado, septiembre 26, 2015

Adiós Venezuela, Rafael Pinto

Estamos en tiempos llenos de historias que conmueven el corazón, conocerlas lleva a que los sentimientos se derramen sobre la fe y la esperanza. Entre ellas está la de Anaís.

Anaís, adulta exitosa de 25 años, cuya historia, como todas, se remonta a sus raíces. Su línea paterna lleva a la Europa de la 2da guerra mundial, cuando el continente estaba hecho escombros, producto de tanta destrucción. Entonces un matrimonio, como muchos, buscando futuro tomó el barco rumbo a América, querían estabilidad y progreso.

Llegaron al puerto. Su abuelo desembarcó vistiendo pantalón, sin camisa, interiores ni zapatos, solo el pantalón. Con esposa y tres niños, un varón y dos hembras. Todos con las manos vacías. Su gran activo: la esperanza y el deseo de luchar.

Venezuela con necesidades y mucha tierra virgen, necesitada de que se produjera para el país, abría las puertas a la inmigración europea para sumar brazos en ese trabajo.

Orientados por las autoridades se enrumbaron al campo, Venezuela adentro, donde no había carreteras ni casas. Sí tierra fértil y un rio cercano. Lo demás, monte y más monte.

Eso era lo que tenían. Entonces trabajaron por años, por décadas, hasta que construyeron una gran finca, alrededor se desarrollaron otras, se hicieron carreteras, comercios, líneas de camiones, escuelas y liceos, un pueblo y luego la ciudad. Eso sí, mucho empleo.

Entonces lograron la ansiada estabilidad y progreso. Estabilidad por cuanto tenían un lugar donde vivir y trabajar, donde sus hijos estudiar y tener esperanzas. Entonces progresaron, tenían dominio sobre su vida, su presente y futuro. Un buen día, el varón de la familia contrajo matrimonio y más adelante sería el padre de Anaís.

Sus abuelos maternos eran de una familia pobre, de una Venezuela necesitada, que aún se sacudía los efectos de la Guerra Federal. Entonces, el abuelo aprendió el oficio de albañil y lo desempeñó con gran dedicación. Sufrieron la escasez, mas el norte de la familia era luchar para tener estabilidad y progreso. Decían: hay que tener techo, trabajo y ganas de superarse, todos tener un hoy mejor que ayer, eso es estabilidad y progreso.

Gracias a su familia, una hermosa joven pudo estudiar y licenciarse en la universidad. Trabajó y conoció a un caballero, con quien construiría la familia que dio a luz a Anaís.

Anaís llegó a un hogar constituido, que le dio valores y virtudes. En su casa sumaba brazos para atender los oficios domésticos. Estudió y se graduó en una universidad. Encontró empleo y se propuso lograr lo que había sido su norte y el de su familia: hay que lograr tener estabilidad y progreso, todos tener un hoy mejor que ayer.

Un mal día llegó el gobierno y confiscó la finca que con tanto esfuerzo había construido su familia de la rama paterna. Como tenían una gran finca y buen vivir, quienes vivían en la ociosidad los acusaron de haberles robado el futuro. Solo quedaron con los ahorros habidos hasta entonces. Perdieron su sentido de estabilidad y progreso.

La otra rama de la familia, que se había desarrollado en el ámbito de la construcción, entró en dificultades cuando la actividad cayó en manos de grupos que extorsionan para granjearse utilidades a cambio de dejar trabajar. Sometidos pierden la oportunidad de alcanzar estabilidad y progreso.

Anaís trabaja duro en una gran empresa. Todos los días se levanta a cumplir con sus obligaciones laborales. Su remuneración es buena, lo supo cuando hablando con colegas concluyó que su sueldo y demás condiciones de trabajo eran superiores a la de los demás.

Anaís trabaja y al salir tiene que hacer colas para comprar víveres, y luego de invertir horas llega su turno y compra algunas cosas, no todo lo hay. Todos los precios crecen y ya no tiene ahorros. Se olvidó de comprar un vehículo o casa, para eso sus ingresos no dan. Ve cerrar empresas y la economía sumirse en la miseria.

Anaïs siente que no tiene condiciones para tener estabilidad y progreso. Imposible tener un hoy mejor que ayer. En contraste, cada día es peor que el anterior.

Hoy, con el corazón desgarrado y profunda tristeza, Anaís le dice adiós a Venezuela.