viernes, mayo 31, 2013

NELSON MANDELA Se Marcha A Través De la Puerta Grande De La Historia

Mandela apenas habla ya y se comunica a través de las manos

Mandela apenas habla ya y se comunica a través de las manos

JAIME VELÁZQUEZ / CORRESPONSAL EN JOHANNESBURGO

Día 29/05/2013 - 16.51h

Su hija Mkaziwe confirma el difícil estado de salud del líder sudafricano, ingresado en tres ocasiones en los últimos cinco meses


ABC

Nelson Mandela en una imagen de 2005

Nelson Mandela, de 94 años, apenas habla ya, según ha confesado a la agencia Associated Press la hija mayor del expresidente sudafricano, Makaziwe. “Nos estrecha las manos. Son sus manos las que hablan                             para mí; ese es el momento que más aprecio. Así nos dice: Estoy aquí, te quiero”.


El Premio Nobel de la Paz de 1993 por su lucha por la igualdad racial y los derechos humanos apareció recientemente en televisión durante la visita en su domicilio de Johannesburgo del presidente de Sudáfrica,Jacob Zuma, donde se le pudo ver en un estado extremadamente delicado, ajeno a lo que ocurría a su alrededor.


Las palabras de Makaziwe Mandela corroboran los rumores sobre la situación física y mental de su padre, que ha perdido la memoria, según confirmó a ABC el abogado George Bizos, amigo íntimo del expresidente.


Nelson Mandela ha sido hospitalizado en tres ocasiones en los últimos cinco meses. La última vez, el pasado mes de marzo, acudió de urgencia por una recaída de una infección respiratoria. Desde su salida del hospital, se han propagado rumores de que el expresidente ha acudido al hospital en ocasiones posteriores y que podría fallecer pronto.

Fuente: ABC.es



Nelson Mandela

Político sudafricano (Umtata, Transkei, 1918 - ). Renunciando a su derecho hereditario a ser jefe de una tribu xosa, Nelson Mandela se hizo abogado en 1942. En 1944 ingresó en el Congreso Nacional Africano (ANC), un movimiento de lucha contra la opresión de los negros sudafricanos. Mandela fue uno de los líderes de la Liga de la Juventud del Congreso, que llegaría a constituir el grupo dominante del ANC; su ideología era un socialismo africano: nacionalista, antirracista y antiimperialista.

En 1948 llegó al poder en Sudáfrica el Partido Nacional, que institucionalizó la segregación racial creando el régimen del apartheid. Bajo la inspiración de Gandhi, el ANC propugnaba métodos de lucha no violentos: la Liga de la Juventud (presidida por Mandela en 1951-52) organizó campañas de desobediencia civil contra las leyes segregacionistas.

En 1952 Mandela pasó a presidir el ANC del Transvaal, al tiempo que dirigía a los voluntarios que desafiaban al régimen; se había convertido en el líder de hecho del movimiento. La represión produjo 8.000 detenciones, incluyendo la de Mandela, que fue confinado en Johannesburgo. Allí estableció el primer bufete de abogados negros de Sudáfrica.

En 1955, cumplidas sus condenas, reapareció en público, promoviendo la aprobación de una Carta de la Libertad, en la que se plasmaba la aspiración de un Estado multirracial, igualitario y democrático, una reforma agraria y una política de justicia social en el reparto de la riqueza.

El endurecimiento del régimen racista llegó a su culminación en 1956, con el plan del gobierno de crear siete reservas o bantustanes, territorios marginales supuestamente independientes, en los que confinar a la mayoría negra. El ANC respondió con manifestaciones y boicoteos, que condujeron a la detención de la mayor parte de sus dirigentes; Mandela fue acusado de alta traición, juzgado y liberado por falta de pruebas en 1961.

Durante el largo juicio tuvo lugar la matanza de Sharpeville, en la que la policía abrió fuego contra una multitud desarmada que protestaba contra las leyes racistas, matando a 69 manifestantes (1960). La matanza aconsejó al gobierno declarar el estado de emergencia, en virtud del cual arrestó a los líderes de la oposición negra: Mandela permaneció detenido varios meses sin juicio.

Aquellos hechos terminaron de convencer a los líderes del ANC de la imposibilidad de seguir luchando por métodos no violentos, que no debilitaban al régimen y que provocaban una represión igualmente sangrienta. En 1961 Mandela fue elegido secretario honorario del Congreso de Acción Nacional de Toda África, un nuevo movimiento clandestino que adoptó el sabotaje como medio de lucha contra el régimen de la recién proclamada República Sudafricana; y se encargó de dirigir el brazo armado del ANC (la Lanza de la Nación). Su estrategia se centró en atacar instalaciones de importancia económica o de valor simbólico, excluyendo atentar contra vidas humanas.

Prisionero durante 27 años en penosas condiciones, el gobierno de Sudáfrica rechazó todas las peticiones de que fuera puesto en libertad. Nelson Mandela se convirtió en un símbolo de la lucha contra el apartheiddentro y fuera del país, una figura legendaria que representaba la falta de libertad de todos los negros sudafricanos. 


En 1962 viajó por diversos países africanos recaudando fondos, recibiendo instrucción militar y haciendo propaganda de la causa sudafricana. A su regreso fue detenido y condenado a cinco años de cárcel. Un juicio posterior contra los dirigentes de la Lanza de la Nación le condenó a cadena perpetua en 1964. Ese mismo año fue nombrado presidente del ANC.

En 1984 el gobierno intentó acabar con tan incómodo mito, ofreciéndole la libertad si aceptaba establecerse en uno de los bantustanes a los que el régimen había concedido una ficción de independencia; Mandela rechazó el ofrecimiento. Durante aquellos años, su esposa Winnie simbolizó la continuidad de la lucha, alcanzando importantes posiciones en el ANC.

Finalmente, Frederik De Klerk, presidente de la República por el Partido Nacional, hubo de ceder ante la evidencia y abrir el camino para desmontar la segregación racial, liberando a Mandela en 1990 y convirtiéndole en su principal interlocutor para negociar el proceso de democratización. Mandela y De Klerk compartieron el Premio Nobel de la Paz en 1993.

Las elecciones de 1994 convirtieron a Mandela en el primer presidente negro de Sudáfrica; desde ese cargo puso en marcha una política de reconciliación nacional, manteniendo a De Klerk como vicepresidente, y tratando de atraer hacia la participación democrática al díscolo partido Inkhata de mayoría zulú.


lunes, mayo 20, 2013

RETORICAS: Listado de Figuras Retóricas


Listado de Figuras Retóricas

Las Figuras Retóricas son palabras o alteraciones de la sintaxis que se utilizan para dar mayor énfasis a una idea o sentimiento. El mecanismo de estos recursos consiste en la desviación consciente con respecto al sentido literal o el orden habitual de las palabras. Las Figuras Retóricas se clasifican en Figuras de Dicción, Tropos, deRepetición y Figuras de Construcción.
Ejemplos, Ejercicios y Definiciones.


1. Abundancia 
2. Acusación 
3Adínaton
4Adjunción 
5Aféresis
6Alegoría
7Aliteración
8Alusión
9. Amenaza
10Amplificación
11Anacefalcosis 
12Anacoenosis
13Anacoluto
14Anadiplosis
15Anáfora
16Anagrama
17. Analepsis
18. Anástrofe
19Anfibología
20. Animalización
21Antanagoge 
22. Anticipación 
23Anticlimax
24Antífrasis
25Antimetábola 
26Antimetalepsis 
27Antimetástasis 
28Antipáfora 
29Antistrofa 
30Antítesis
31Antonomasia
32Apagóresis 
33Apócope
34Aporía
35Aposiopesis
36Aposis 
37Apóstrofe
38Architextualidad
39Asíndeton
40Asociación
41. Asonancia
42Asteísmo
43Atanaclasis
44. Atenuación
45Batología
46Braquilogía
47. Cacofonía
48Cacosínteton 
49Calambur
50Carientismo
51Catacresis 
52Circunlocución
53Clenasmo
54Clímax
55. Cohabitación
56. Complexión
57. Comunicación
58Concatenación
59Concepto
60Concesión
61Conglobación 
62Conjunción 
63. Conminación
64Conmoración
65. Conmutación
66. Cosificación
67. Contraposición 
68Contrapunto
69. Conversión
70. Corrección
71. Cronografía
72Datismo
73Definición 
74. Demonización 
75Demostración 
76. Deprecación
77. Derivación
78Descripción
79Desinformación
80. Dialefa
81Dialogismo
82Diaporesis
83Diarismo
84. Diástole
85Diéresis 
86. Dilogía
87. Diseminación  
88Disfemismo
89. Disonancia
90. Distinctio

.

91Distribución 
92Disyunción
93Ditología
94. Doble sentido  
95Dubitación
96Ecfonesis
97. Écfrasis  
98Éctasis
99Ecthlipsis 
100. Eficción 
101Elipsis
102Elusión
103. Enálage
104.Encabalgamiento
105. Endíadis
106. Énfasis  
107Enigma
107Enumeración  
108Epanadiplosis
109. Epanalepsis
110Epanástrofe  
111. Epánodo 
112Epanortosis
113. Epéntesis
114Epifonema
115Epífora
116Epímone
117Epístrofe  
118Epíteto
119Epítome 
120Epítrope 
121. Equívoco
122Esticomitia
123. Etimológica
124Etopeya
125. Eufemismo
126Eutrapelia
127. Exageración
128Exclamación
129Execración
130Expolición
131. Expolitio
132. Evidencia  
133Flash Back
134. Flashforward 
135. Germinación 
136Gradación
137. Hendíadis 
138. Hipálage 
139Hipérbaton
140Hipérbole
141Hiperoje
142. Hipotiposis
143Homeóptote 
144. Homoioteleutón
145. Idolopeya  
146. Imagen 
147Imposible
148Imprecación
149Instancia 
150Interrogación
151. Interrupción
152Invocación
153Ironía
154. Isodinamia
155Isotopía
156. Jitanjáfora 
157. Juego Palabras
158. Leixaprén  
159. Licencia
160Lítotes
161Maldición 
162Meiosis
163Mempsis
164Mesodiplosis
165Metábasis 
166Metáfora
167Metáf. Aposición 
168Metáf. Compleja 
169Metáf. Comp. 
170Metáf. Contin. 
171Metáf. Descriptiva 
172Metáf. Encaden. 
173Metáf. Impres.
174Metáf. Impura 
175Metáf. Lexical.
175Metáf. Lingüística 
176Metáf. Literat. 
177Metáf. Mixta 
178Metáf. Negativa 
179Metáf. Pura
180Metáf. Radial

181Metáf. Simple 
182Metáf. Sinesté. 
183. Metáf. Superp. 
184Metáf. Traslación 
185Metáf. Visionaria 
186Metagoge 
187. Metalepsis
188Metátesis 
189Metonimia 
190Mímesis
191. Mixtura Verb.
192Monólogo
193Neuma
194.Obsecración 
195.Obtestación
196Ocupación 
197.Onomatopeya
198Optación
199Oxímoron
200Parábola
201. Paradiástole
202Paradoja
203Paráfrasis
204Parágoge
204.Paralelismo 
205Paralipsis 
206.Paronomasia
207Parastasis
208Parodia
209Paroxismo 
210. Patáfora
211Perífrasis
212Permisión
213.Personificación
214Pleonasmo
215Ploce
216Polipote  
217Políptoton 
218.Polisíndeton
219. Preterición
220. Pretermisión
221. Prolepsis
222Prosopodis
223.Prosopografía
224.Prosopopeya
225. Prótesis
226Quiasmo
227. Racconto
228.Recapitulación
229. Redundancia
230.Reduplicación
231. Reiteración
232. Repetición
233Resumen 
234Reticencia
235Retrato
236Retruécano
237Ruego 
238Salutación 
239Sarcasmo
240Sentencia
241. Sermocinatio
242.Sermocineo
243. Silepsis
244Símbolo
245Símil
246.Similicadencia 
247. Similidesinencia
248Sinalefa
249. Sinatroísmo
250. Síncopa 
251Síndesis 
252.Sinécdoque
253Sinéresis 
254Sinestesia
255Sinonimia
256Sinopsis 
257Sínquisis 
258. Sístole
259. Sórites
260Subyección
261. Súplica
262. Suspensión
263.Sustentación 
264. Tautología
265Tmesis
266. Topografía 
267.Transposición
268.Yuxtaposición
269Zeugma


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Aprende a reconocer las Figuras Retóricas



RETORICAS: Listado de Figuras Retóricas

http://www.retoricas.com/

martes, mayo 14, 2013


La libertad de las mujeres



A fines del siglo XVIII, como consecuencia de las revoluciones norteamericana y francesa, las ideas de la libertad habían avanzado notablemente en todo el mundo occidental, pero los beneficiarios inmediatos eran sólo los varones blancos, educados y dotados de cierto patrimonio. En general, eran ellos los que podían elegir y ser elegidos. A las mujeres, negros o mestizos, a los pobres y a los analfabetos les estaba vedada la participación en la vida democrática de las incipientes repúblicas o en las maduras democracias parlamentarias europeas que comenzaban a arraigar.
Era una paradoja que se declarara enfáticamente la igualdad esencial de las personas mientras, en realidad, un grupo relativamente pequeño conservaba todo el poder en sus manos; pero la clase dirigente conseguía justificar esta contradicción invocando una serie de sofismas: las mujeres era débiles física y mentalmente, por lo general estaban poco instruidas y no eran capaces de tomar decisiones inteligentes. Los negros esclavos, sencillamente, pertenecían a una clase inferior, casi infrahumana, y esa supuesta limitación biológica también excluía a los libertos de alcanzar la igualdad civil junto a los blancos. Los analfabetos, por su parte, debido a la incapacidad para informarse que padecían, no podían elegir o ser elegidos, mientras los pobres, al carecer de bienes, con toda probabilidad actuarían imprudentemente, o no respetarían la propiedad privada, lo que aconsejaba marginarlos del proceso democrático.
En suma: como queda dicho, los varones blancos, educados y propietarios poseían todo el poder y todos los privilegios que ello conllevaba, y estaban dispuestos a luchar por conservarlo. Pero ese panorama de exclusiones comenzó a cambiar lentamente, y en ello tuvo mucho que ver la enérgica actuación de las mujeres más combativas de la época.
El punto de partida de las mujeres
La batalla de las mujeres por conquistar las libertades civiles y la dignidad como personas fue muy cuesta arriba. Arrastraban una milenaria historia de subordinación a la autoridad masculina que era muy difícil de eliminar. Curiosamente, en el mundo occidental esa condición de vasallaje se agudizó tras la conversión de Roma al cristianismo, ocurrida en el siglo IV, puesto que en la Roma pagana las mujeres tuvieron ciertos derechos y atribuciones que comenzaron a perder rápidamente con la entronización del cristianismo.
En efecto, la tradición judeocristiana era profundamente misógina y se asentaba en una interpretación sin matices de las Escrituras. Los primeros siglos del cristianismo resultaron tan severos con el género femenino, que hasta se discutió si las mujeres tenían realmente alma, o si eran criaturas endemoniadas puestas en el mundo para la perdición de los hombres, debate que se zanjó en el siglo V durante un apasionado concilio de obispos en el que, finalmente, se aceptó la idea de que las mujeres también estaban dotadas de espíritu. En todo caso, durante siglos las mujeres no pudieron educarse, ni pertenecer a la alta estructura jerárquica de la Iglesia. Tampoco, llegada la Edad Media, fueron admitidas en los gremios, en los que hubieran podido adquirir ciertas destrezas profesionales o artesanales. De manera que, incultas y sin oficio ni beneficio, quedaban condenadas a realizar tareas domésticas, sometidas a una absoluta dependencia del hombre, incluso en el terreno jurídico, dado que ni siquiera podían contratar o acceder a la propiedad sin el consentimiento del padre o del marido.
Esa situación no cambió sustancialmente con el paso del tiempo, y hasta hubo periodos en los que pareció agravarse, como sucediera en los siglos XV, XVI y XVII, cuando se desató una cruel persecución de personas acusadas de brujería, generalmente mujeres viejas e indefensas que, con frecuencia, fueron víctimas de una combinación de miedo, histeria y superstición que, a los ojos de las fanatizadas autoridades religiosas y de la Inquisición, parecía demostrar que estaban poseídas por el diablo. Más de cien mil de estas pobres mujeres terminaron en la hoguera o en la horca como consecuencia de la represión religiosa.
La primera feminista
La primera voz feminista realmente importante que se rebeló contra este estado de cosas fue una extraordinaria inglesa llamada Mary Wollstonecraft, nacida en Londres a mediados del siglo XVIII. Mary Wollstonecraft, perteneciente a una familia burguesa, dirigida por su padre, un hombre brutal, se hizo maestra, y junto a su hermana creó una escuela en la que predicaba que los ideales de la Ilustración debían extenderse a las mujeres, dado que éstas vivían en un estado de subordinación al hombre que les impedía desarrollar todo su potencial. La mujer, pues, no debía ser un sujeto dulce y pasivo encerrado en el hogar para uso y disfrute del hombre, sino que era un individuo con sus necesidades psicológicas e intelectuales intensas e independientes, y hasta tenía derecho a disfrutar de una placentera vida sexual, declaración que escandalizó a la pacata sociedad de su época.
En medio del reino del terror desatado por Robespierre, Mary Wollstonecraft marchó a Francia para ver con sus propios ojos lo que allí acontecía, y aunque le repugnó la violencia y el sangriento espectáculo de la guillotina, mantuvo sus simpatías generales con los cambios políticos y sociales que ocurrían en el país. Precisamente en París, en 1793, una feminista francesa, Olympia de Gouges, actriz y dramaturga, autora de una paráfrasis de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano en la que demandaba igualdad de trato para las mujeres, había sido decapitada por orden de los jacobinos liderados por Robespierre, tras conocerse su asociación con la facción más moderada de los girondinos. Otra feminista notable, Theroigne de Maricourt, fue golpeada tan salvajemente por las turbas jacobinas que enloqueció para siempre.
En 1792 Mary Wollstonecraft, acaso inspirada por los escritos de Olympia de Gouges, publicó su ensayo A vindication of the rights of woman, una reivindicación de los derechos de la mujer, texto que puede considerarse el primer gran manifiesto feminista de la era moderna. Pocos años más tarde, en 1797, tras una turbulenta y desgraciada vida amorosa que incluyó varios amantes notables y al menos un serio intento de suicidio, la escritora murió como consecuencia del parto de Mary, su segunda hija, engendrada por el filósofo anarquista William Godwin. La niña, por cierto, se casaría con el poeta Shelley, heredaría el talento literario de sus padres y en su momento escribiría una novela fantástica y aterradora sobre los experimentos del doctor Frankenstein.
Las feministas que le siguieron, sin embargo, no vieron en Mary Wollstonecraft un modelo ejemplar. Su vida íntima, entonces calificada de licenciosa, al mezclar los reclamos políticos con los sociales de una manera que podía resultar estratégicamente perjudicial, les restaba apoyo entre los hombres inclinados a contribuir a la emancipación de la mujer pero no a su liberación sexual. No obstante, entrado el siglo XIX, poco a poco la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres fue cobrando fuerzas, en la medida en que en el mundo anglosajón, entonces corazón y cerebro de Occidente, la democracia electoral se fue afianzando como método para tomar decisiones colectivas. Para las mujeres más comprometidas con la causa resultaba obvio que la lucha por conquistar un lugar digno en la sociedad pasaba por acceder al voto. Ése fue el nacimiento del movimiento de las sufragistas, especialmente combativo y vibrante en el mundo anglosajón. Una vez logrado el objetivo de poder elegir o de ser electas, las mujeres podrían continuar luchando por eliminar el resto de las humillantes discriminaciones que padecían.
Las sufragistas
Aunque pudieran mencionarse al menos dos docenas de mujeres destacadas, la figura más vistosa del movimiento sufragista norteamericano fue Susan B. Anthony, una enérgica activista nacida en 1820 en el seno de una familia cuáquera, en la que los padres y los hermanos se involucraron decisivamente en la batalla por los derechos de la mujer y la abolición de la esclavitud.
Como algunas de sus compañeras, Susan, que se mantuvo soltera durante su larga vida de ochenta y seis años, participó activamente en manifestaciones públicas y actos de desobediencia civil que más de una vez la llevaron a la cárcel por breves periodos. Sus protestas consistían en distribuir panfletos, pronunciar discursos, organizar desfiles callejeros, interrumpir a los políticos durante sus discursos y tratar de inscribirse para votar. Esas muestras de inconformidad cívica a veces se mezclaban con la condena del uso excesivo del alcohol, no tanto por la condición pecaminosa de este vicio como por las nefastas consecuencias que solía tener para las mujeres, víctimas frecuentes de la violencia de sus maridos o padres y de la pobreza asociada al consumo de bebidas que experimentaban las familias, especialmente las más pobres. La organización creada para lograr la abstinencia se llamó Liga de la Temperancia, y a su constante presión pública se debió que en Estados Unidos se decretara la Ley Seca, casi un siglo después de fundada, como un modo de cortejar el voto de las mujeres, privilegio que por entonces estrenaban.
Otra sufragista memorable fue Amelia Bloomer, contemporánea de Susan B. Anthony y, como ella, partidaria del estricto control de las bebidas alcohólicas. Pero la razón por la que Amelia Bloomer pasó a la historia de la lucha por la emancipación civil de la mujer es de otra índole: defendió con entusiasmo un tipo de falda holgada y corta que liberaba a la mujer de la opresión de los corsés o de la tortura de ropas incómodas supuestamente encaminadas a realzar su decencia en aquellos tiempos de inhibiciones e hipocresía de la llamada Era Victoriana. Susan y otras feministas de la época decidieron vestir con esas ropas, pero pronto las feroces burlas de los hombres y las ácidas críticas de muchas mujeres les hicieron desistir de la atrevida moda. Sin embargo, acaso como un inocente homenaje a aquella revolucionaria modista, en algunos países de habla hispana la palabrabloomer todavía designa a la prenda íntima femenina que en España llaman bragas y en otras naciones panties pantaletas.
En 1833, por primera vez en Estados Unidos una universidad decidió aceptar a estudiantes de ambos sexos bajo el mismo techo. Era un acto audaz que colocaba a hombres y mujeres en el mismo plano académico y les permitía competir. Fue el Oberlin Collage, y enseguida se comprobó que las mujeres no eran intelectualmente inferiores a los varones. Seis años más tarde, en Mississippi se aprobó una ley que otorgaba derechos de propiedad a la mujer dentro del matrimonio.
En 1852 sucedió algo hasta entonces desconocido: la obra de una mujer norteamericana se convirtió casi instantáneamente en un enorme bestseller internacional: se trataba de La cabaña del Tío Tom, una novela recorrida por una gran simpatía por los negros esclavos escrita por Harriet Beecher Stowe. Se continúa reeditando periódicamente en media docena de lenguas cultas. En el ámbito personal, la autora coincidía con las propuestas de las sufragistas y era una defensora de la abolición de la esclavitud, tema este último que entonces estremecía a la sociedad norteamericana y que no tardaría en provocar una devastadora guerra civil.
La causa llega a los parlamentos
En 1866 el tema del voto femenino llega al Parlamento británico. Lo propone John Stuart Mill, el legislador más reputado de su tiempo; un filósofo asociado al utilitarismo –corriente de pensamiento que juzgaba las ideas y las acciones por el bien que allegaran al mayor número de personas–, economista liberal y pensador profundo entregado a los grandes temas de la ética y del buen gobierno.
Mill no logró su objetivo de que las mujeres pudieran votar o ser electas, pero el debate suscitado en 1869 lo animó a escribir un ensayo, titulado The subjection of women, en el que desmontaba el argumento de los antifeministas con un razonamiento muy propio del empirismo británico, siempre fiel a la idea de que las hipótesis debían comprobarse en la práctica para merecer el nombre de teorías respetables. Si el argumento de los enemigos de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres se basaba en la supuesta inferioridad natural de las mujeres, mientras las sufragistas sostenían que las diferencias observables en la conducta de hombres y mujeres era el resultado de imposiciones culturales arbitrarias, la forma de solucionar la disputa era conceder a las mujeres la plena igualdad durante un largo periodo y comprobar cómo evolucionaba su comportamiento y hasta dónde llegarían sus logros.
La propuesta de Mill no tuvo éxito en Gran Bretaña, pero sí triunfó en un remoto rincón de los países civilizados por Londres. Nueva Zelanda, en el Pacífico Sur, una colonia británica dotada de autogobierno, fue el primer lugar en la historia moderna de Occidente en conceder el voto a las mujeres. Lo hizo en 1893. La noticia dio la vuelta al mundo rápidamente, y casi todas las personas bien informadas llegaron a la conclusión de que la emancipación política de la mujer había comenzado formalmente y ya no habría forma de detenerla. En 1901 Australia siguió el ejemplo de su vecina. Finlandia lo hizo en 1906, Noruega en 1913 y Dinamarca e Islandia en 1915. Holanda y Rusia en 1917. Finalmente, en 1918 los ingleses concedieron el voto a las mujeres mayores de treinta años. Una década más tarde reducirían la edad a 21, la misma exigida a los varones.
En Estados Unidos las mujeres lograron votar a partir de 1920. Además del siempre poderoso ejemplo británico, en el ánimo de los norteamericanos pesó notablemente el formidable desempeño de las mujeres durante la Primera Guerra Mundial: no era posible continuar marginando a quienes habían prestado tan generosos servicios a la patria. En 1920 se aprobó la enmienda 19ª a la Constitución. A esa enmienda se le llamó, con toda justicia, Susan B. Anthony. Lamentablemente, quien fuera el alma del movimiento sufragista había muerto en 1906 y no pudo ver el triunfo de sus desvelos; sin embargo, la enmienda había sido aprobada en el centenario de su nacimiento.
Tras la decisión norteamericana, el efecto comenzó a sentirse en todas partes. El primer país latinoamericano que siguió el ejemplo de Estados Unidos fue Ecuador, en 1929. España lo hizo en 1931, después de la proclamación de la Segunda República. Brasil y Uruguay aprobaron sus leyes autorizando el sufragio femenino en 1932, y Cuba en 1934, tras la caída del dictador Machado, durante el corto periodo del primer Gobierno revolucionario del Dr. Ramón Grau San Martín, cuando también se designaron las primeras alcaldesas de la historia de la Isla. El último país de América Latina en conceder el voto a la mujer fue México, en 1953, debido al temor del PRI, el partido de Gobierno, a que las mujeres se inclinaran hacia el conservadurismo católico. En Europa, Francia e Italia esperaron hasta 1945, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Curiosamente, la nación del Viejo Mundo que tardó más en admitir el sufragio femenino fue la muy democrática Suiza: hasta 1971 no se otorgó el voto a las mujeres en este pequeño y riquísimo país centroeuropeo.
Más allá del voto
Lograr el sufragio era sólo el punto de partida en la batalla de la mujer por ampliar el horizonte de la libertad personal y colectiva. A partir de ese momento, si los políticos querían conquistar los votos de las nuevas electoras debían pensar en ellas cuando diseñaran sus medidas de gobierno, mientras las jerarquías partidistas masculinas tenían que abrir paso a la hasta entonces postergada mitad del género humano.
Aparentemente, fue menos difícil la penetración de las mujeres en la vida pública y académica que en los niveles más altos del mundo laboral. Mientras los parlamentos, los ministerios, las universidades y, en algunas latitudes, hasta las fuerzas armadas se llenaban de mujeres, las cúpulas de las empresas resultaban más resistentes a la presencia femenina. En un país de avanzada como Estados Unidos, donde había mujeres gobernadoras y senadoras, entre las 500 empresas más importantes de la nación apenas media docena de mujeres fungían como presidentas del consejo de administración.
El fenómeno se repetía en todas las grandes naciones de Occidente, incluidos los países escandinavos, donde las mujeres disfrutan del mayor nivel de igualdad de derechos que se observa en el planeta. ¿Por qué? Al margen de las teorías que, invocando razones biológicas, asignan a las mujeres un menor nivel de agresividad o ímpetu competitivo, existía el inevitable periodo de la maternidad. Con frecuencia, a la edad en que los jóvenes varones se labraban las bases de su futuro, la llegada de los hijos interrumpía bruscamente las aspiraciones profesionales de las mujeres. Esa circunstancia podía atenuarse con diversas leyes, pero no dejaba de ser un severo obstáculo en el camino a la realización personal.
Una manera de compensar esta desventaja fue estableciendo leyes que supuestamente garantizaban el fin de cualquier forma de discriminación laboral o de cualquier índole originada en el sexo de la persona. Otra, más polémica, fue imponiendo un sistema de cuotas que obligaba a la contratación de un determinado porcentaje de mujeres. Pero el tiempo demostró que esas medidas podían no ser útiles, o que a veces generaban otro tipo de injusticia.
Sin embargo, la experiencia demuestra que la mayor resistencia a la existencia de una verdadera igualdad de oportunidades y de resultados entre los sexos proviene de las inveteradas relaciones patriarcales que existen en el seno de la sociedad. Durante cientos de miles de años, acaso como un rasgo biológico propio de la familia de los primates superiores u homínidos a la que pertenecen los seres humanos, o tal vez como consecuencia de la especialización laboral provocada por el cuidado de los hijos y la posterior aparición de la agricultura, en todas las latitudes se desarrolló un tipo de relación social en la que los hombres figuraban a la cabeza de la estructura jerárquica.
El desarrollo económico y la evolución cultural de la sociedad hizo que, paulatinamente, las diferencias que separaban el comportamiento de hombres y mujeres fueran haciéndose innecesarias, y hasta contrarias a los mejores intereses de la especie, pero la transformación de las relaciones entre los dos géneros para lograr una verdadera igualdad resultaba muy difícil de realizar porque chocaba contra la fuerza de unas costumbres cuyos orígenes se perdían en los tiempos más remotos.
En todo caso, en esa larguísima batalla por lograr la igualdad entre los sexos y la dignidad de la mujer, la conquista del voto femenino fue un hito clave en la historia de la libertad, aunque todavía haya porciones del planeta en las que, lamentablemente, no se ha logrado.



domingo, mayo 12, 2013

El Hijo Del Sueño


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El Hijo Del Sueño               


(José Angel Buesa)


Un hijo... ¿Tú sabes, tu sientes que es eso?
ver nacer la vida del fondo de un beso,
por un inefable milagro de amor;
Un beso que llene la cuna vacía,
y que ingenuamente nos mire y sonría:
un beso hecho flor...

Un hijo... ¡Un fragante, fuerte y dulce lazo!
Me parece verlo sobre tu regazo
palpitando ya;
y miro con moverse con pueril empeño
las pequeñas manos de nuestro pequeño,
como si quisieran sujetar un sueño
que llega y se va...

En el agua fresca de nuestras ternuras
mojara las alas de sus travesuras
como una paloma que aprende a volar;
Y será violento, loco y peregrino,
y amará igualmente la mujer y el vino,
y el cielo y el mar.

Con la sed amarga de la adolescencia
beberá en la fuente turbia de la ciencia;
y tierno cantor,
ira por el mundo con su lira al hombro,
dejando un reguero de rosas de asombro
y aun áureo fulgor...

Cruzara al galope la árida llanura,
pálida de ensueño, loco de aventura
y ebrio de ideal;
Y en su desvarío de viajes remotos
volverá algún día con los remos rotos,
trayendo en los labios un sabor de sal.

Caminante absurdo, de caminos muertos,
pasará su sombra sobre los desiertos,
en una infinita peregrinación;
y su alucinada pupila inconforme
verá en su destino grabada una enorme
interrogación.

Pero será inútil su tenaz andanza,
persiguiendo un sueño que jamás se alcanza...
Y ha de ser así,
pues no hallará nunca, como yo, la meta
de todas sus ansias de hombre y de poeta;
porque en las mujeres de su vida inquieta
no hallará ninguna parecida a ti...

Que tú eres la rosa de una sola vida,
la rosa que nadie verá repetida
porque al deshojarse secará el rosal,
Y como en el mundo ya no habrá esa rosa,
el ira en su búsqueda infructuosa,
en pos de una igual.