sábado, enero 07, 2012

Memorias para Rosemarie

Memorias para Rosemarie
A Queen


Los poetas,

Chiquita Rosemarie,

nacemos ya solitarios

y viejos.

Mas, no de años,
de vida.

Ymás que de vida,
de sueños.

Y más que de sueños,
de muertes.

sufrimos todas las vidas
soñamos todos los sueños
lloramos todas las muertes.

Y todas las soledades.

Todas las vidas.
Todos los sueños.
Todas las muertes.

Son nuestros..

Como círculos.
Como esferas grises,
inestables,
en el cielo.
Siempre amenazantes

Cuando el poeta nace
Ya trae consigo todas las memorias
y todos los asombros
de todos sus sentidos.

De poco sirve tener quince años cuando se es poeta.
El alma permanece intacta e inalterable.
Cual si todos los siglos se agolparan en ella.

Ya viene como cansado de haber vivido otras vidas.

A veces,
no somos
más que espectadores de nuestra propia alma.

Te has preguntado alguna vez si tú eres tu alma.
No has notado alguna vez que es ella quien te dicta,

al oído,

en secreto,

todas las soledades que debes vivir.

Todas las alegrías que no te pertenecen.
Todos los dolores que debes sufrir
y que debes volcar enseguida,
enturbiándolo,
en el plácido mundo blanco de una hoja de papel

¿Debe ser tu alma libre?
¿Has de ser tú su prisionero?


Uno de los dos permanece en rebeldía,

En conflicto continuo,
En permanente lucha por la hegemonía.

Ninguno debe vencer.
Ninguno debe ser sometido.
Ninguno condenado a la sombra.

Pero, ¿quienes somos nosotros y nuestra alma?
sino la soledad y el vacío de la vida.
.
A quién le escribe el poeta:

¿Al amor?
¡No!
A su carencia.
¿A su amada?
¡No!
A su ausencia.

No has, acaso,
visto el dejo de tristeza,
la nota de amargura que plañe
entre un par de enamorados y su embeleso.

¡que sería del amor sin el riesgo de su falta!
¿a que sabría el amor sin el vacío que deja?

¿A quien le canta el poeta?

¿A la vida?

¿A la vida como presencia de la muerte?
¿O, a la muerte como presencia de la vida?

¿A la gente,
a los amigos,
a los verdes campos?
¿o…, a su soledad,
a los perdidos caminos?

La vida del poeta es no tenerla.

El sueño del poeta es inventarla.

La muerte del poeta es no tener una flor para crearla,
O un verso que la nombre para saborear el color entre sus labios.
Una canción que en su pecho haya extinguido su armonía.
Y el silencio pertinaz que canta todos los silencios de todos los días.

El dolor del poeta es el miedo a perder el dolor de la vida.

Que sería del poeta sin la vida para cantarle un réquiem.

Que sería de él sin el dolor como
bálsamo para su risa.

¿Ríe el poeta?
Quizá grazne una carcajada mentirosa
en la calle,
o en la plaza,

Pero no en su casa.
No en su corazón.
No en su sitio.

Allí, solo sonríe.

En su soledad sonríe,
siempre sonríe.

Nadie sabe nunca que se oculta detrás de la sonrisa.

Los que lo presienten desde afuera
saben que siempre sonríe,
aún detrás de las lágrimas,

¿Sonríe?

¿Qué puede llorar el poeta que nació
ya viejo, cuando recuerda a aquel niño
que ya a los quince años había cumplido
cuarenta y ocho pesados
calendarios de vidas y de soledades?

¿El pasado acaso?

Así es,

Rosemarie,

vamos en círculos cerrados por este mundo,
atrapando el pasado,
una y otra vez
tratando de encarcelar el pasado,
de someterlo,
como a un monstruo abyecto y desalmado.

Pero no hay ya excusa.

Ni remedio.

Debemos entonces
perdonarlo.

El pasado no cambia el futuro.
Solo el presente es hijo del pasado.

Por eso el poeta está condenado a seguir
viviendo todas las vidas.

A soñar todos los sueños
acariciando todas las soledades,

Hasta que un día terrible,

quizá,
liberadora,

siempre fiel,

la muerte para siempre lo acompañe.


(Por ello chiquita Rosemarie,

Nunca te extrañes de sentirte sola.
Es el precio que debes pagar
por esa locura de haber nacido poeta.

Y…, de eso jamás podrás librarte.
Esa será tu libertad y tu cárcel.)




José Sequeiros                                        Puerto ordaz, 2.001

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