lunes, enero 28, 2013

CARTA A LOS HEREDEROS: ANTONIO GALA | carpediem

Ahí va otro regalito para disfrutar, pensar y, sobre todo, sentir.

Se trata de un fragmento del libro de Antonio Gala "Carta a los herederos"


"Hoy quiero hablar contigo a solas. Lo que tengo que decir debe ser dicho de uno en uno y en voz bastante baja. He de repetirte lo que a mí me advirtieron; lo que me advirtió un escritor en el que confiaba. Y quiero que me atiendas lo mejor posible. Aunque sólo sea porque este momento de esta hora precisa en que me lees, ni tú ni yo lo volveremos a vivir jamás; como yo no volveré a escribir para tí lo que ahora escribo, en este minuto de una primavera casi agotada, en medio de una luz que se deja caer…
Carpe Diem, ordenaba el delicado Horacio. Aprovecha el día. Disfruta de la hora. Luego, más pronto siempre de lo deseable, anochecerá. El aire mueve -lo veo a través de unos cristales- el dardo de un ciprés. Es como quien niega algo: la perduración de cualquier cosa, de cualquier ser, de cualquier sentimiento. La tarde va vencida hacia su derrota habitual. Carpe Diem…
Puede que el tiempo no exista de veras, y sea una especie de red, por nosotros inventada, en la que nos dejamos atrapar y nos morimos. Sea como sea, nos desangra y sorbe el corazón a la toronja que nos dan al nacer. "Aprovechar el tiempo", para los mayores tiene sentido de urgencia y amenaza: hay que estar siempre haciendo algo productivo. No es eso de lo que hablo. Yo te hablo de lo que se va y no vuelve; de los pecados de omisión, que son sin duda los peores, porque ni siquiera les dimos existencia. Aquello que no hicimos será lo que más nos atormente; aquello que no vivimos, nuestro mayor reproche. Tú eres todavía joven; unos años más lo continuarás siendo. El ser humano posee su juventud -o viceversa- durante un plazo que, ido, fue demasiado corto. El resto de su vida le quedará para añorarlo… Pero la juventud -oyéme bien- no depende de la edad, sino de la disposición: de la intrepidez, de la fruición, del gusto por el riesgo, de encarar con majeza el permanente reto de la vida…
Por eso yo te digo: no esperes, toma. Por esperar el momento oportuno y dejar escaparse vacíos tantos otros, se pierde la frescura del primer impulso. No te detengas: bebe en los arroyos; come frutas sin aguardar que te las sirvan. Alza la mano al árbol y tómalas; ninguna sabe mejor que la devorada por una boca ansiosa: el hambre le da el gusto a la comida. Y comparte con quienes te acompañen. Antes de comer tú, comparte: ver saciar al otro su apetito es la mejor sazón de un alimento… Pero levántate nada más terminar. No te refugies donde te invadan la inacción o el desánimo. La serenidad vendrá a su hora. No te sientes; sentado, no pretendas ni conocerte a tí mismo. No pierdas tiempo en buscarte; ya te reconocerás en la acción y en la batalla. Y cuando te encuentres, sé lo que eres. Ten el valor de serlo. Sal voluntariamente al encuentro de tu destino; abrázalo y fúndete con él. De momento -Carpe Diem- lo tuyo es la tensión. Agarra cada instante y elige cuanto te ofrezca, porque después te arrepentirás de lo que dejes, y has de sentir como si hubieses rechazado lo que ahora no elijas.
Vive el presente con la mayor intensidad de la que seas capaz. El pasado es un camino, no siempre recto, para alcanzar el hoy; el mañana, si es que te llega, será una consecuencia que ha de traer entre las manos su propio afán. El presente es tembloroso y casi nada: este instante en que me estás leyendo. (Léeme con pasión.) Se prolonga y estira hora tras hora, y todas hieren, menos la última , que mata. Resárcete de esa dura ley. No sientas remordimientos del pasado. No sientas temor por el futuro. Siente no más el gozo del presente -carnal y lúcido, inevitable e inmediato-, o el dolor del presente, enriquecedor y válido también…
Y antes de cualquier otra norma, ten ésta en cuenta: no te separes de la vida. No dejes de abrazarte a ella con fuerza: ni por cobardía, ni por pereza, ni por sensatez. (Tienes derecho a ser insensato todavía.) Abandónate a la vida, sin que la manche ninguna pasajera tristeza, ningún pesimismo, ninguna sombra tuya. Y pregúntate de vez en cuando para qué estás aquí: quizás estés sólo para averiguarlo. Si puedes, cuando puedas sé feliz. Pero, aunque no lo seas, no lo olvides: el tesoro del niño está aún próximo a tí; lo tocarás si alargas bien la mano; no lo disminuyas a tu costa… Te lo repito: no te separes nunca de la vida; por nada de este mundo te separes. Cuando alguien te lo aconseje por prudencia, desóyelo y aléjate de él. La vehemencia es enemiga de la circunspección. Y recuérdalo a cada instante: la obligación más exigible de un ser vivo -la primera- es vivir: vivir por encima de todo lo demás."

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El que calla ante la injusticia y la tiranía, no hace otra cosa que esconder, detrás del silencio, su cobardía.