martes, febrero 21, 2012

La seducción por la utopía revolucionaria en América Latina

 
 Publicado: Dom Sep. 03, 2006 9:06 pm 
   Análisis
   María Ramírez Ribes
   El Nacional 
   
La seducción por la utopía revolucionaria en América Latina
  
¿Por qué la retórica socialista de Chávez ha sido respaldada por parte de la izquierda europea? ¿La creación de las misiones, los programas sociales del Gobierno reducen los abismos que existen entre las clases sociales? La ensayista María Ramírez Ribes elabora una respuesta a estas y otras inquietudes. La utopía sigue dejando huella en Latinoamérica 
  
No es posible pensar "la concepción de la utopía desde América Latina" sin tomar en cuenta la obra de Fernando Aínsa. Cualquier reflexión sobre la incidencia utópica en el continente americano tiene en Aínsa un referente ineludible. 
  
Me voy a referir principalmente a la seducción que, a pesar de los fracasos históricos, la utopía revolucionaria latinoamericana sigue ejerciendo en el presente, tanto en las mentalidades que la observan desde lejos como en aquellas que sólo ven la visión idealizada hasta el punto de llegar a justificar el apartheid político, por ejemplo. Al mencionar la utopía revolucionaria actual me concentraré principalmente en la revolución bolivariana venezolana, sin dejar de lado su relación con el petróleo. También haré alguna referencia a la larga trayectoria de la revolución cubana. 
   En el año "orwelliano", 1984, Aínsa insiste sobre La necesidad de la utopía, a pesar de que la mayor utopía del siglo XX, como lo preconizó George Orwell, en la voz del "Gran Hermano" vigilante, acabó siendo la más grande distopía que se haya dado en la historia. El riesgo totalitario de la utopía está latente en esta obra que reivindica la posibilidad de imaginar sistemas alternativos al orden existente. De manera lúcida observa en ese libro: "La historia de América Latina es en buena parte una historia de esperanzas, de proyectos, pero en general de esperanzas frustradas, de utopías no realizadas, a veces apenas esbozadas
(...) En América Latina la esperanza ha sido siempre superior al temor y a las frustraciones que provoca la dura confrontación con la realidad y se ha traducido en la indiscutible vigencia de la función utópica (...) La tensión que subyace en la condición dual de la utopía es particularmente explícita en el continente latinoamericano, desgarrado por la distancia que existe entre la teoría y la práctica, el aspecto programático y los resultados, el ser y la realidad y el deber ser ideal, cuyos sucesivos `impulsos’ utópicos, muchas veces en forma convulsiva, marcan su proceso histórico (...) Sin embargo, resulta claro que en esta preocupación de lo que `no-ha-sido’, precisamente por no haber podido concretarse (...) la voluntad explícita de querer ser, ha sido muchas veces mesiánica y providencialista, casi siempre voluntarista". 
  
Aseveraciones acentuadas:
  Poco podía imaginar Aínsa en 1984 la manera como estas aseveraciones se iban a acentuar 20 años más tarde en ciertas partes del continente, revirtiendo el deber ser de la utopía contra la historia misma y retomando de nuevo aspectos rígidos de la utopía que parecían ya haberse superado. A pesar de que el discurso utópico se marginó del debate político durante un tiempo por verse asociado a los sueños totalitarios del siglo XX, la reflexión prospectiva ha vuelto a retomar el vuelo en algunos países de América Latina, en aras de proyectos revolucionarios, más afines al espíritu totalitario que caracterizó la praxis de la utopía marxista que a la necesidad actual de desmilitarizar y democratizar de manera abierta el espíritu utópico. 
  
La dialéctica entre el espacio y tiempo como "ingredientes básicos de la utopía" a los que se refería Aínsa en La necesidad de la utopía, no ha encontrado en esta última etapa de la historia latinoamericana la legitimación del "imaginario subversivo" que podría hacer posible el bienestar ideado. 
  
En el ámbito político organizacional, el providencialismo, mesianismo y fundamentalismo han penetrado de nuevo la esperanza utópica revolucionaria en el bolivariano venezolano que, a pesar del énfasis que ha puesto en los símbolos patrios, ha olvidado al país y sus necesidades, concentrándose básicamente en su papel hegemónico internacional en competencia con la hegemonía de lo que su líder denomina "el imperio". 
  
Inspiración medieval:
   Las misiones, que fueron creadas por sugerencia de Fidel Castro como campaña a favor del referéndum revocatorio, tienen mucha relación con el espíritu utópico del cooperativismo comunitario latinoamericano. Sobre sus resultados hay muy diversas opiniones. No quiero entrar aquí en un proceso de evaluación, sólo daré un dato: alfabetizar dentro del sistema regular de escolaridad cuesta 69 dólares por alumno, en la Misión Ribas 1.200 dólares por alumno. 
  
Las misiones han sido una de las iniciativas que más han revaluado la imagen de Chávez, pero que no han impedido superar la pobreza, más bien la han estatizado y han sido también un factor crucial de proselitismo ideológico. Pero en la mirada de los que están lejos, las misiones encarnan la concretización del ideal utópico americano. 
  
Este ideal encuentra eco, como en el pasado, en la vieja idea de la utopía que ha tenido Europa, y todavía tiene, sobre la utopía americana. Si América --como escribe Aínsa en Historia, utopía y ficción de la Ciudad de los Césares. Metamorfosis de un mito se convirtió "en un campo de experimentación práctica y de ratificación objetiva de lo imaginado con anterioridad", hoy los experimentos revolucionarios que se puedan dar en el continente son a menudo vistos por los ojos europeos, o por aquellos que viven lejos de ellos, bajo el prisma de la añoranza y la nostalgia de la utopía-revolución que se había soñado. Y cuando la realidad, como en el pasado, no encaja en ese sueño, la visión idealizada prevalece. 
  
Podríamos recordar la manera como la defensa de la utopía le cerró incluso los ojos a Bartolomé de Las Casas cuando en el libro XI de su Réplica escribe que no es tan evidente "ser contra la ley natural o pecado sacrificar hombres". Hoy algunos europeos muy reconocidos justifican, ignoran o no quieren ver lo que ocurre en países como Cuba o Venezuela; y si lo ven, lo aceptan, cosa que nunca tolerarían en su lugar de origen. La nostalgia romántica de la idea que se tuvo de la revolución empaña la mirada sobre la realidad revolucionaria. 
  
Varias coincidencias:
   Entre la revolución venezolana y la cubana hay grandes diferencias, pero hay algo que las une: el culto al personalismo de sus líderes y la esperanza de que ambos procesos despertaron en su inicio por las promesas de apertura, democratización, integridad, equidad social y lucha contra la corrupción. Ambos procesos desencadenaron en la población el anhelo siempre presente de la esperanza utópica y en ambos se ha podido rastrear el contraste entre el "deber ser" ideal y la realidad del "ser" en el que ambos han desembocado. 
  
Este contraste, que se ha repetido a lo largo de la historia latinoamericana, tiene su momento estelar al día siguiente de la Independencia, cuando la utopía llega en el siglo XIX a América para quedarse y, al hacerlo, se revierte contra la historia. Nunca la brecha entre la realidad que se vivía y el proyecto con que se soñaba fue mayor que al otro día de la Independencia. 
  
En ese momento, cuando más republicanas e idealistas eran las utópicas cartas constitucionales de las jóvenes repúblicas, más despóticos eran sus gobiernos de turno. Esto ha sido una constante en ciertos momentos de la historia de América Latina y ha vuelto a serlo de nuevo en el siglo XX en Cuba y a principios del siglo XXI en Venezuela. 
  
En De la Edad de Oro a El Dora do, Fernando Aínsa, al hablar de la "utopía permanente", dice que "es importante saber que si los modelos cambian con las ideas en boga, la intención y la función utópicas siguen siendo las mismas". 
  
Y añade: "Los viejos mitos combinados con nuevas utopías resurgirán con nombres diferentes en siglos sucesivos. El período de la Ilustración lo demostrará  nuevamente, cuando se replantee con toda intensidad el papel del Nuevo Mundo en la historia universal y la `ciudad-ideal’ de los filósofos, aunque secularizada, nos hable del `buen salvaje’ y del `contrato social’, gracias al cual podrá independizarse políticamente de Europa y hablar, por primera vez y con acento propio, de la `Utopía de América’. 


Volverá  el discurso utópico --en el marco de nuevos modelos-a irrumpir en los proyectos de consolidación de los Estados nacionales en la segunda mitad del siglo XIX, para prolongarse subterráneamente en las imágenes contemporáneas con que el deber ser americano ha sido reelaborado en pleno siglo XX (...) De la utopía sobre América, proyectada y elaborada desde Europa, se ha pasado a la utopía de América, concebida por los propios americanos". 

   Re elaboraciones de la utopía:
   Tanto la Revolución Cubana como la bolivariana venezolana corresponden a las re elaboraciones de la utopía del siglo XX latinoamericano y del inicio del XXI. Cuando en enero de 1959 Fidel Castro entra en La Habana con el ejército rebelde, luego de haber ido de pueblo en pueblo, de caserío en caserío, y haber sido aclamado como a un libertador, el escritor Jorge Semprún expresa: "Casi se podría decir que es una figura del libertador clásico de América. Así llega a La Habana y da un discurso que termina con esa frase bellísima: `Ha llegado el momento de que los fusiles se arrodillen ante el pueblo y ha llegado el momento de que el pueblo se exprese por la vía democrática’. El problema de la Revolución Cubana es que no se ha cumplido esa promesa, ese anuncio tan bellamente formulado por Fidel Castro. El pueblo sigue arrodillado delante de los fusiles como metáfora, hasta un cierto punto, de poder". 
  
En 1998, Chávez gana las elecciones con un apoyo de 56% de la población venezolana, con la promesa de recomponer una democracia viciada a través de una paz social y mayor bienestar. La paz social, sin embargo, se convirtió  en muerte y violencia. Y, si bien en Venezuela la represión contra los opositores al régimen no ha adquirido las dimensiones de crueldad que ha tenido en Cuba, las represalias contra la famosa "lista Maisanta" han salpicado, en mayor o menor grado, a todos los que en un momento dado rechazaron a través del supuesto secreto del voto democrático el proceso revolucionario venezolano. 
  
Lamentablemente, esa necesidad que proponía Aínsa de "utopizar la democracia" y de trabajar a favor de la "democratización de la utopía" todavía no ha visto plenamente la luz en América Latina. La proposición de Aínsa afirma: "Se trata de que fuerzas que deberían ser indisociables --la utopía y la democracia-se reconcilien, creando espacios de resistencia a toda forma de dominación en la mejor tradición del racionalismo secular y crítico de raíz universalista; se trata de abrir una intensa y desprejuiciada interlocución entre una utopía, desprendida de los tópicos totalitarios que la aquejan, y una democracia, capaz de radicalizar en profundidad los principios que la fundan". 
   Esta debería ser la utopía hacia la que debería apuntar América Latina. Lo que ha sucedido, y sucede, como afirma Carlos Fuentes, es que las sociedades se mueven en función de la utopía pero negándola todo el tiempo. 
  
Este es nuestro drama. Creer que la utopía es espacio. Creemos que la utopía es espacio porque ahí están el Orinoco y el Amazonas y los Andes. Un espacio enorme diciéndonos: aquí se puede crear la utopía. El hecho es que no. En la utopía de Rómulo Gallegos finalmente mandan el Sute Cúpir y los Ardavines, todos estos caciques y matones que tiñen el Vichada de sangre. No hay tal utopía. 
  
La utopía no está en el espacio. Quizá la utopía está en una recuperación de nuestra cultura, nuestros tiempos históricos; dándoles una presencia y luego proyectándoles hacia el futuro, como valores de la comunidad intelectual. Lo que la utopía dice es que el valor de la comunidad es superior al valor del poder. Es lo que dice la utopía finalmente, es lo que dice Moro por encima de Maquiavelo. Pero esto significa una revolución. Afirmar los valores de la comunidad por encima de los valores del poder en América Latina es una revolución, es la verdadera revolución. 
  
La mayoría de las revoluciones empieza con la promesa de poner "los valores de la comunidad por encima de los valores de poder", pero en cuanto el poder se impone dichos valores se transforman en simple discurso, en "slogans" en función de ideologías excluyentes que no admiten disidencia o la toleran en apariencia siempre y cuando no interfiera con la perpetuación del proceso. 
  
Seguramente ningún intelectual de los que admiran el proceso revolucionario bolivariano venezolano aceptaría compartir la patria potestad de sus hijos con el Estado, ni permitiría y daría carta blanca a los educadores de sus hijos para ser adoctrinados de manera militar, única y exclusivamente en la ideología de la defensa de la revolución bolivariana, vestidos con trajes militares de guerra desde los 10 años y formados para servir a un único jefe Hugo Chávez. Esto ya está pasando en algunos liceos del 23 de Enero en Caracas. 
  
La utopía que debería seducir la mirada hacia América Latina debería ser ante todo democrática, abierta, flexible, tolerante y justa; respetuosa de la dignidad humana y de las libertades ciudadanas; debería proveer de las herramientas necesarias para descubrir su propia verdad y no vivir en función de una y única verdad impuesta desde arriba; debería ser conciliatoria y dialogante, y debería, de manera pacífica, velar por el bienestar social. 
  
Debería estar inserta en el moderno concepto de utopía, tal y como lo proponen, entre otros, Raymond Ruyer, Frederick L. Polar, Northrop Frye, Paul Tillich, Herbert Mushamps y el propio Aínsa. La utopía de hoy para los tiempos del futuro no debería ser rígida ni excluyente, ni desde el punto de vista social ni de la realización personal. Esa sería la verdadera utopía en América Latina; una que hable de evolución en lugar de revolución. 
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¿QUIÉN ES?
   María Ramírez Ribes nació en Madrid, España, en 1944. Vivió en Venezuela desde 1962. Licenciada en letras en la UCV, con maestría en Literatura Latinoamericana Contemporánea en la Universidad Simón Bolívar. Ha sido consejera del Consejo Ejecutivo de la Federación Mundial de Clubes y Asociaciones Unesco y del Ministerio de la Cultura, fundadora de la Asociación Club Amigos de la Unesco de Venezuela y de la Fundación  Fórum Humanun de Venezuela. Es miembro asociado del Club de Roma, fundadora del Capítulo Venezolano y actual presidenta. Desde 1970 ha sido colaboradora regular y columnista de El Diario de Caracas, El Nacional, El Universal y revistas especializadas en España, Estados Unidos y América Latina; ha publicado, entre otros, Conversaciones con Rafael Cárdenas (1980), Un amor por el diálogo: el inca Garcilaso de la Vega (1992), ¿Para qué sirve la Literatura? (1995) y La utopía contra la historia (2005) 
   Fuente: www.analitica.com




Periodista, ensayista, crítica y columnista nacida en Madrid en 1944, con residencia en Caracas desde 1963, ciudad en la que falleció el 16 de enero de 2009 a los 64 años de edad.
ESTUDIOS
Doctora en Letras por la Universidad Central habiendo obtenido la Maestría en Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolivar.
HISTORIA Y VIDA
Solía recordar que su padre le enseñó a leer El Quijote como una utopía censurada, y la ayudó a mudarse a Caracas, en 1963, en pos de una educación liberal. Entre España y Venezuela, sus crónicas, entrevistas y trabajos hicieron de la utopía su tema y del diálogo su vocación. Sus entrevistas a notables escritores y figuras públicas fueron recogidas en Diálogos trasatlánticos y su ensayo La utopía contra la historia, prologado por Fernando Aínsa, fue publicado por la Fundación de Cultura Urbana (Caracas, 2005). Una historia cultural del utopismo desde el Descubrimiento a nuestros días, el libro articula sus variaciones como un contra-discurso frente a la crisis política que recorre la historia latinoamericana. Es también autora de un libro de conversaciones con el poeta Rafael Cadenas, a cuya obra mayor dedicó varios estudios. Fue periodista en El Nacional, crítica de arte en El Universal, y colaboradora frecuente de la revista digital Venezuela Analítica que dirige su amigo y mentor Simón Alberto Consalvi. Fundadora y animadora del capítulo venezolano del Club de Roma, compiló una valiosa serie de estudios sobre el estado de la cuestión social y económica de su país de adopción. Venezuela, la reconquista de la cuestión democrática, Cabemos todos: los desafíos de la inclusión, y Visiones sobre la propiedad, reunieron a ensayistas, científicos sociales, politólogos y periodistas de ambos lados del debate nacional para acordar desacordar y proseguir la crítica del presente. Se dedicó con altruismo y pasión a las causas de preservación cultural en ambas orillas del idioma. Formó parte del Patronato de Culturas y Derechos Humanos y de la Asociación por la Unesco, así como de directorios y consejos de museos, galerías de arte y programas culturales de intercambio. Escribió últimamente sobre la labor académica del filósofo español Juan Nuño, profesor en Caracas, y los ensayos de Alfonso Reyes sobre la utopía. Sus restos reposan en Caracas.




1 comentario:

El que calla ante la injusticia y la tiranía, no hace otra cosa que esconder, detrás del silencio, su cobardía.